viernes, 15 de mayo de 2015

La becaria, fábula de guerra electrónica, por JULIA GARCÍA NAVARRO.



El máximo responsable del departamento comercial analizó miles de curriculums, realizó entrevistas, encargó test psicotécnicos y sometió la terna final de candidatos a una dinámica de grupo, seguida de un examen teórico-práctico. La había pifiado tantas veces eligiendo a su becario de turno, que estaba decidido a no equivocarse otra vez.

Lo tenía claro desde el principio, pero el exhaustivo proceso de selección confirmó lo que su intuición le indicaba: Ana era la mejor. Trilingüe, impecable expediente académico, perfil internacional y doble licenciatura con máster. Las pruebas arrojaron conclusiones irrefutables sobre su capacidad de trabajo en equipo y sus dotes de liderazgo natural. Eso no era lo mejor: tenía una sonrisa y un estilazo que tiraban de espaldas, era simpática a más no poder y hasta parecía buena persona.

En definitiva: un diamante en bruto y una réplica de sí mismo.

Tenía planes para ella. Después de una vida entera dedicada a la compañía y habiéndole confirmado el médico que tenía un Alzheimer - inoportunamente prematuro -  que se lo iba a tragar a bocados, soñaba con ser Pigmalión. Quería ser un maestro para Ana: Enseñar – sin guardarse nada – y mostrarle el camino para pasarle el relevo antes de perderse en las brumas de la memoria. Llamó al departamento de selección de personal y comunicó su decisión a la voz de la responsable.  Para él los empleados jóvenes eran sólo voces, porque los nombres se esfumaban.

–Será Ana, no tengo dudas. – Dijo, muy sorprendido de recordar el nombre.

–Pues me vas a perdonar pero acabo de detectar un obstáculo. – Respondió una voz enérgica. –  Esa chica no puede ser.  No tiene ningún contacto en Linkedin.

–Y eso ¿qué importancia tiene? Yo estoy y nunca respondo a las invitaciones.

–Tú tienes más de medio siglo y eso te disculpa, aunque te advierto que la gente murmura a tus espaldas.  – La voz suspiró. –Pero ella tiene veinticinco y no está.

–Ya… y ¿qué pasa por eso? Ya estará. Piensa que no ha trabajado nunca y andaba ocupada estudiando.

–No sabes nada del mundo. Si no tienes contactos en Linkedin, no existes. El mercado te ve como un espectro sospechoso que da miedo y te ignora.

–Hija no seas tan radical, se habrá dedicado a otras redes… ya sabes cómo son los jóvenes.

Un tenso silencio se instaló en la línea.

–No pensaba decírtelo para no condicionarte, pero es mejor que lo sepas. Ana no existe. No está en ninguna red. Si pones su nombre en el buscador no sale nada. Esa chica es un agujero negro. – La voz hablaba bajito, como asustada.  – ¿No iras a decirme ahora que no es raro? 

Se quedó paralizado. Recordó a sus hijos, a los amigos de sus hijos y a los hijos de sus amigos y comprendió que aquella chica era una divergente inadaptada, incluso podría tratarse de una insurgente peligrosa. Se sintió desolado, pero en su intachable departamento no tenía cabida un verso suelto atascado en el pasado. 

La voz eficiente volvió a hablarle:

–Espera un segundo…es Ana… me está llamando. ¿Ves lo que te digo? – La voz parecía molesta. – Estos elementos marginales hacen cosas raras, como llamar por voz en lugar de escribir correos. Hablo con ella y te cuento.

Unos minutos después, la voz regresó:

–Nos han resuelto el dilema. La chica ha aceptado otra oferta de trabajo. – Dijo la voz, que no parecía contenta.

– ¿Y quién ha sido el insensato que la ha fichado? Debe ser una pyme… a una grande no se le escapan estas cosas.

– ¡No te lo vas a creer! – La voz reía por no llorar. – ¡Ha sido Linkedin!

– ¡No fastidies! ¡Vaya paradoja!

–No es una paradoja, es una moraleja. – La voz estaba entusiasmada. – Era la becaria perfecta y te la han birlado. Los de Linkedin son maquiavélicamente buenos.  No se hacen caso ni a sí mismos cuando se trata de cazar talentos. ¡Esto es la guerra!

El tiempo pasó y los hechos no les dieron ni les quitaron la razón a ninguna de las partes.

La responsable de selección modificó sus protocolos, ignoró Linkedin y fue despedida por no dar ni una en el clavo. 

El responsable comercial olvidó todos los nombres, menos el de Ana.

La becaria no superó el periodo de prueba en Linkedin. Se le manifestó una enfermedad rara: Le daba fobia tener contactos virtuales porque solo le gustaban los de verdad y acabó no teniendo ni de los unos ni de los otros. 


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