martes, 14 de octubre de 2014

Conversaciones en el parque accitano, por CARMEN HERNÁNDEZ MONTALBÁN



Hay tardes que meditando,
matando el tiempo o pensando
en la cruda realidad,
me pongo a mirar el paisaje
y emprendo un largo viaje,
por mi pequeña ciudad.
Y así caminando…
como quien despierta a un sueño,
en el parque estoy sentada,
y un señor de corte antiguo,
como de piedra o cemento,
me dirige la palabra.
“Es verdad que no es reacio,
fue flexible,
se adaptó a los vaivenes variopintos
de la moda de los tiempos,
puedo poner mil ejemplos:
desde la Acci invisible,
fue del imperio romana,
fue judía y musulmana muy a conciencia,
pues si le echas la cuenta,
ocho siglos la tuvieron, la morería ocupada,
después vinieron las lanzas, los pendones y las cruces
y también se abrió de bruces,
se hicieron mil caserones,
con escudos y nobleza,
y la ciudad de los moros ya bajaba la cabeza.

Y cundió tanto el señorío,
que aun de él no se ha curado,
y vinieron los franceses,
con todos su poderío,
y en la ciudad se han quedado.
Hablaron de igualdad, fraternidad,
llenaron la faltriquera,
ocuparon los cargos públicos con destreza,
y aun no se recupera,
si no es por un carbonero
que decían: El alcade de La Peza.

Y es que esta que usted ve,
es una ciudad en la que todo el que viene prospera,
y el que nace, se tiene que ir fuera,
ya sea poeta o juglar,
porque la pura verdad,
nadie es profeta en su tierra.
Ahora estoy sentado en este parque,
del que mi humilde nombre,
después de un siglo,
vino a tomar posesión.
Le presento mis respetos, señorita,
por si no me conocía,
yo me llamo Pedro Antonio de Alarcón.


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