domingo, 8 de septiembre de 2024

En el susurro del viento, por Judith Frutos Navarro

 


   En la llanura seca y abrasada por el sol de Gor, un pequeño pueblo en la provincia de Granada, la vida rural se mantiene viva y vibrante a pesar de los desafíos del clima y de la modernidad. En esta región la agricultura no es sólo una actividad económica sino que también es una forma de vida, una tradición profundamente arraigada en la historia y el corazón de sus habitantes.

   Juan, un hombre de mediana edad y con la piel curtida por el sol y las manos endurecidas por los años de trabajo en el campo, se levanta cada día antes del amanecer. Su familia ha trabajado estas tierras durante generaciones y él continúa con esta tradición, cultivando olivos y almendros en un terreno que parece interminable bajo el cielo azul de Andalucía.

   El aroma de la tierra húmeda después del riego se mezcla con el frescor matutino mientras Juan camina hacia su bancal. A su lado, su hijo Pablo de dieciséis años lo sigue con paso decidido. Aunque la tecnología y la globalización atraen a los jóvenes hacia las ciudades, Pablo ha elegido quedarse y aprender el oficio de su padre. En sus ojos se refleja el mismo brillo y la determinación que su progenitor tuvo a su edad.

   El agua es un recurso apreciado en Gor. Los agricultores dependen de los sistemas de riego tradicionales, las acequias, que canalizan el agua desde las montañas cercanas. Juan recuerda las historias que su abuelo le contaba sobre cómo los moros construyeron estas acequias hace siglos, una proeza de ingeniería que todavía sustenta la vida agrícola en la región.

   A medida que el sol asciende en el cielo, Juan y Pablo trabajan codo a codo. Se podan los olivos con habilidad y precisión, conscientes de que cada corte afectará a la cosecha del próximo año. El calor del mediodía se vuelve insoportable, pero ellos continúan sin quejarse. El sudor les corre por la frente pero sus rostros muestran una expresión de satisfacción silenciosa.

   La vida en Gor no es fácil, sin embargo está llena de momentos de belleza y comunidad. Al caer la tarde el pueblo cobra vida con una energía diferente. Las sombras largas de los árboles se alargan y los habitantes se reúnen en la plaza principal, junto a la iglesia. Aquí las conversaciones fluyen libremente, mezcladas con las risas y el sonido de los niños jugando.

   Ana, la esposa de Juan, prepara una cena sencilla y deliciosa con productos frescos de su huerta. La mesa está llena de tomates maduros, pimientos crujientes y una generosa cantidad de aceite de oliva. El olor del ajo y las especias se mezcla con el aire fresco de la tarde. La comida es una celebración de la tierra y del trabajo persistente que sostiene a la comunidad rural.

   Después de la cena las historias comienzan a fluir. Los ancianos del pueblo, con sus arrugas profundas y ojos llenos de sabiduría comparten anécdotas del pasado. Hablan de tiempos difíciles, de guerras y sequías pero también de momentos de alegría y prosperidad. Los niños escuchan con atención y con los ojos brillando con admiración y curiosidad.

   El sonido de una guitarra se eleva en el aire mientras un vecino comienza a tocar una melodía tradicional. La música llena la plaza y pronto los lugareños entonan las canciones que han pasado de generación en generación. Estas narran historias de amor, de lucha y de vida en el campo, resonando en los corazones de todos los presentes.

   Con la llegada de la noche el cielo se convierte en un gran manto de estrellas. En este rincón del mundo, lejos de las luces de la ciudad, la Vía Láctea es visible en todo su esplendor.

   Juan y Pablo se sientan en el umbral de su casa, mirando hacia arriba. Hay una sensación de paz y de satisfacción en el aire. A pesar de los desafíos hay una belleza indescriptible en la vida que han elegido.

 

   La agricultura de Gor no es sólo una cuestión de supervivencia, sino que implica una conexión profunda con la tierra y con las raíces de todos los que residen en esas tierras. Cada planta cultiva, cada gota de agua utilizada, cada momento compartido en la comunidad es un testimonio de la resistencia y la pasión de su gente. La vida rural en Gor es un recordatorio de que aunque el mundo evolucione constantemente, hay valores y tradiciones que permanecen y que anclan a las personas a sus raíces y a la esencia misma de lo que significa vivir.

   Al final del día, cuando las luces de las casas se desvanecen y el silencio se apodera del pueblo, Juan siente una satisfacción inmensa. Es consciente de que ha pasado otro día haciendo lo que ama, preservando una forma de vida que es tanto un legado como una promesa para el futuro. Y mientras se duerme el susurro del viento se escucha, como una canción de cuna que asegura que, pase lo que pase, la vida continuará amaneciendo en Gor.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario