lunes, 9 de septiembre de 2019

LIBROS PROHIBIDOS, Soledad Jacobe Martínez.




Estaba lloviendo a cántaros aquel día de verano de 1941.Un rayo partió el viejo roble de la plaza. Parecía como si la mano de Dios hubiera levantado con furia un hacha para dividir el fuerte tronco en dos. El ruido que provocó  se confundió con el trueno que siguió y solo la pequeña Rosilla, que tenía su carita pegada a la ventana, lo vio. Su boca se abrió dibujando una enorme O y se tapó la boca para no gritar. Salió corriendo descalza y veloz  hacia la plaza. Entre las raíces del viejo roble fue donde su padre, fusilado en la guerra, había escondido sus libros prohibidos.


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