sábado, 6 de julio de 2019

LLOVÍA AÑIL, por Dori Hernández Montalbán.



Estaba ahí, bajo la lluvia,
llovía azul añil y ella seguía
                                               - ahí-
sometida al desengaño
                                          -mirando llover-
lloviéndose mientras llovía.

Chorreaba azul añil sobre los hombros

del padre y de la huella de los que nos precedieron.

Llovía sobre los hombros del hijo

y aún del espíritu de los hijos,
todavía con la cabeza agachada 
por la culpa del origen.

Llovía sobre la paloma y el ciervo.


Deambulaba la carne bajo la lluvia

pegada a los huesos
                                       -mirando llover, llovía-
por y sobre el diluvio del mundo,
porque los vientos sin cielo
habían dejado de soplar.

Con la cara iluminada
y los pechos duros como las manzanas,
llovía la culpa sobre los hombros
en nombre del padre y de los hijos de los hijos.

La mujer dio a luz, se vistió con la lava de un volcán

y se marchó para siempre del paraíso.

Desde entonces, la humanidad entera culpa a Eva 

y exilia a Lilith,
siempre lo mismo,
aquí no hay lugar para el que se rebela.

Desde entonces, multitud de Evas traen consigo manzanas,bolsos de piel y zapatos a juego,

mientras bajo la lluvia azul añil las ve pasar Lilith.

Al fin y al cabo, ella siempre fue donde quiso ir.


Estaba ahí, recogiendo el naufragio de los días,

todo tiene su precio - se decía-
y queda registrado en la piel. 

Pues no hay maestro que mejor enseñe

que el propio dolor.

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