viernes, 14 de septiembre de 2018

MADRE E HIJA, por Consuelo Jiménez.




Cada vez que se veían el verso sesgaba el silencio,
era un verso mudo,
que cuajado de estrellas saneaba el templo.
Madre e hija,
vagaban en el desierto,
sonidos sin nombre llenaban sus bolsillos,
palabras muertas,
balbuceos que hacían temblar las costuras de los días.
Madre e hija,
dos esfinges, dos caminos desaprendidos,
dos latidos en un pulso de esperanza y miedo,
firme puntal en el que se reconocían.
Madre e hija,
los lunes fueron dos hermanas,
los martes regresaban,
los miércoles dos amigas se saludaban,
los jueves dos duendes en la nada,
el viernes eran dos orillas ante un espejo sin rostro,
el sábado un suspiro en dos gargantas,
el domingo el mismo amor de todos los días, les saludaba.
Madre e hija,
ahora ya, se veneran en los principios de todos los finales,
los escriben con indisoluble letra,
creando así, su penúltimo poema.

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