miércoles, 14 de junio de 2017

Entelequia, por GLORIA ACOSTA.


( Catalina Lercaro, hija de una adinerada familia de comerciantes genoveses, vivió en el palacio Lercaro de San Cristóbal  de La Laguna a finales del siglo XVI. Cuenta la leyenda que se suicidó arrojándose al pozo que se encuentra en la parte trasera de la vivienda el día  de su boda acordada por su padre con un cacique de la isla de avanzada edad. La iglesia prohibió su sepultura en camposanto y sus padres la enterraron en una de las estancias. Según afirman algunos testigos, el fantasma de Catalina deambula por la casa)


   Te veo desde la calle. Yo ando desconcertado mientras tú me miras desde la ventana.
  Hoy no temo esa visión espectral, ni la sutil complicidad con que me regalas tu ilusoria presencia. Pero no te engañes ni trates de confundirme. Tú ya no estás, y aunque tu tiempo se haya cruzado con el mío, la extraña calle  por la que transito ya no es tu calle. Estás condenada a no ser y yo a no volver.
  La ciudad te olvida  a este lado de los muros de tu casa genovesa. No tienes historia, ni siquiera mi grotesca historia. Tu etérea figura es una simple historieta, una burda leyenda.
  Cuántas veces recorrí las estancias por las que lloraste tu infortunio, tratando de arrancar sombras a las paredes, lamentos a los corredores, huellas a las viejas maderas. Pero nada de eso sucedió. La casa encantada llenó folletos y acaparó visitas que compraron humo. El fantasma de un fantasma, una bella entelequia.
  Me pregunto qué fuerza nos empuja a no cejar en inanes quimeras y ahora, al pasar bajo la cornisa que ostenta el escudo de tu linaje, no me sorprende tu presencia en la ventana.

   Solo tú Catalina, puedes ayudarme a entender por qué me alongué tanto para buscarte en el pozo.

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