lunes, 14 de noviembre de 2016

Manhattan, por F. JAVIER FRANCO.



La Estatua de la Libertad
ha abandonado Manhattan,
en su despedida ha declamado
una canción en verso libre.
Con su tea apuntalando el cielo,
no ha podido superar
que no se dictamine pecado
el tomar su nombre en vano.
Blandiendo un adiós de nostalgia,
remangándose la túnica,
ha tomado –sin brújula-
el rumbo a la Zona Cero.
Ascendiendo a la azotea
se ha lanzado al vacío
desde el fantasma
del espacio que no queda.
Al leer su esquela en el Times,
un marine custodio en Guantánamo
ha sido inconsciente de su sonrisa.
Esta misma semana, en Penthouse,
el póster central fotografiaba
la nueva mansión en Sodoma
para la sede de las Naciones Unidas.

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