jueves, 14 de enero de 2016

Quixote, por JOSÉ LUIS RAYA PÉREZ





A pocas obras se le dedica un centenario por su publicación tan sonado, a no ser que sea una auténtica obra maestra de la historia de la literatura. Probablemente "El Ulises" de Joyce compita por tan meritorio homenaje a escala galáctica. Jamás una novela se ha prestado a tantísimas y santísimas interpretaciones. Nunca se ha exprimido hasta la saciedad un texto tan ejemplar y único, cuyo jugo sigue enriqueciendo nuestras conciencias.
"El Quijote" hay que leerlo con devoción, sumergiéndote desde su primera línea en su ampulosa densidad. Paladeando cada vocablo, aunque nos resulte desconocido, pero hay que saborear su fonética, hay que disfrutar de esos colores olvidados y caducos. Debemos recrear en nuestra mente ese encanto de polvorientos parajes ignotos. Y con nuestro dedo de lector codicioso revivir al caballero de la triste figura y al asustadizo Sancho e introducirnos en sus vidas añejas y nobles. Alonso Quijano fue sin duda el primer voluntario de una ONG, siempre defendiendo al más débil y atendiendo al más desfavorecido.    Acudiría presuroso a Ceilán,o a L´Aquila, mientras blasfema enojado contra todos los terromotos y gigantes vengativos que oprimen y aplastan sin piedad a los niños y a los ancianos. Los veo partir a nuestro Sancho, timorato, y a nuestro Alonso Quesada, diciéndole enojado que ahora no es tiempo de exigir Ínsulas, vamos a México, que Barataria puede esperar perdida en nuestros sueños. Y después a Irak, porque Aladino lo reclama con el rostro arrasado por las lágrimas.
Cervantes amigo, mucho hubiste de sufrir en tu obligado encierro, por tierras de Argelia, tantos años de desesperanza, tantos intentos de fuga frustrado, ni en tu propia tierra te recompensaban y te ultrajaban y volvían a encerrarte entre rejas una y otra vez. Por eso lo creaste, porque necesitabas ser libre, tu triste figura cabalgaba por esas llanuras inhóspitas y modelaste tu propio escudero, ese amigo leal que nunca tuviste, y en tus ensoñaciones reclamaste la justicia que siempre se te negó. Tú eres tu propia criatura lacerada y absurda, de noble espíritu.
Y rompiste con los esquemas argumentales de la novela de caballería, y aglutinaste como nadie la pastoril, la griega, la bizantina, la sentimental… Y revitalizaste múltiples registros lingüísticos, y nos ofreciste la realidad desde varias ópticas, hasta hacernos dudar incluso a nosotros mismos, los soñadores. Nos quijotizas y nos sanchificas a tus anchas y uno no sabe si reír o llorar, porque lo que vemos probablemente no exista, y lo que amamos con toda nuestra alma quizá sólo se encuentre en nuestra mente, pero no por ello es menos hermoso, ¡la beldad de Dulcinea¡, y el amor cortés revive contigo y lo dignificas desde lo más ridículo.
 
Y a tu filosófica poética de ruindades y mezquindades y de inquinas y de agravios apelo porque ahora, en este tumultuoso y escabroso siglo que acabó con dos sangrientas guerras mundiales, y el venidero que ha emergido como un volcán que ruge furioso, necesitamos más Quijotes y más Sanchos que nos acompañen y nos alienten en este pavoroso deambular.

En un lejano lugar de La Mancha espero impaciente tu regreso para que nos ayudes a "ir tirando", y a desembarazarnos de tantos y tantos en-tuertos.

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