jueves, 14 de enero de 2016

La figura inmortal de don Francisco de Quevedo: un clásico imprescindible, por CRISTÓBAL CARPIO GONZÁLEZ





Para Merche Marín, mi gran amiga, alma dadivosa.


   España siempre ha sido un país que ha basculado  en los extremos, y esto se pudo ver el año pasado recordando a Santa Teresa, que en realidad, fue una monja valiente y  feminista, amén de Doctora de la Iglesia, que tuvo que luchar contra las incomprensiones de su época, contra el yugo feroz de la Inquisición y contra el machismo que no concebía que una mujer fuese lectora y escritora y también contra la acusación  de tener un abuelo judaizante.
La oscilación brusca del temperamento español se percibe en su literatura, porque pasamos de una manera  tajante de la Mística a la Picaresca. Los españoles no solemos quedarnos en el término medio, como predicaban los estoicos, y no seguimos la máxima inscrita en un templo griego, que aconsejaba y decía: Nada en exceso. Por tal razón , los españoles propendemos al exceso, a la demasía y a la desproporción, aunque hacer esta consideración sea generalizar y simplificar demasiado.
   Don Francisco de Quevedo es uno de los poetas capitales del Barroco español  y del Siglo de Oro, por eso quiero detenerme en los temas centrales y recurrentes de su poesía: el tema de la brevedad de la vida se repite en muchos de sus poemas, también hay que darse cuenta que la esperanza de vida en aquella época era muchísimo menor que en el presente siglo XXI. Los poemas en los que Quevedo alude a la brevedad de la vida están relacionados, en cierto sentido, con el elogio de las ruinas, como en el poema, A Roma sepultada en sus ruinas, y asimismo en su pesar por la condición caduca y finita del hombre, se deja entrever la decadencia irremediable del Imperio español. Otras dos clases de poemas dentro de la obra quevedesca, son los poemas satíricos y los de tema religioso, y  que son diferentes y antagónicos, un ejemplo de éstos sería A  un hombre de gran nariz, o Poderoso caballero es don dinero. Otro asunto fundamental en su poesía es el amor, en el que se entremezclan la realidad con la fantasía y  con la muerte, cuestiones muy propias del Barroco, pero que no tienen cabida en un artículo. Quevedo escribe dos clases de poemas distintos y contrapuestos , en distintas etapas de su vida, unos poemas son satíricos, como A un hombre de gran nariz, como ya se ha comentado y otros son de materia religiosa, como en el poema Amor constante más allá de la muerte, que si la Directora, Carmen Hernández me lo permite, os lo voy a transcribir.  Por dos razones, porque es el mejor poema de Quevedo y es uno de los mejores de la lengua española.
   Jorge Luis Borges, el maestro argentino, era un apasionado de Quevedo y dijo : Quevedo es menos un hombre que una compleja y dilatada literatura.


Amor constante más allá de la muerte.

Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra que me llevare el blanco día,
y podrá desatar esta alma mía
hora a su afán ansioso lisonjera;
mas no, de esotra parte, en la ribera,
dejará en la memoria, en donde ardía:
nadar sabe mi llama la agua fría,
y perder el respeto a ley severa.
Alma a quien todo un dios prisión ha sido,
venas que humor a tanto fuego han dado,
medulas que gloriosamente han ardido,
su cuerpo dejará , no su cuidado;
serán ceniza, más tendrán sentido;
polvo serán, mas polvo enamorado.

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