jueves, 14 de enero de 2016

Atardecer, por ANTONIO PELÁEZ.




A Miguel Blazquez Carrasco

En el cielo -una inmensa llamarada
del espacio infinito donde arde
el crepúsculo caduco de la tarde-
viste el sol su púrpura encarnada.

La atmósfera, de luz deshabitada,
diluye el firmamento en un alarde
a la espera que Dios la salvaguarde
del orco de la noche, de la nada.

Y abajo, inevitable oscuridad,
la sombra se reclina de costado
borrando los vestigios del color
y todo se transforma en oquedad
en horizonte apenas dibujado,
tal vez, el dulce lecho del amor.

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