lunes, 14 de diciembre de 2015

Diosa de obsidiana, por DORI HERNÁNDEZ MONTALBAN



Eres inercia, abandono, indiferencia, frío corazón, hoja de acero sin conciencia que permanece quieta. Cae sobre ti la noche y te cubre de impiedad, de escarcha. Sin embargo, ni la lágrima resbala por tu mejilla. No sufres, no amas, no hieres, no matas, no salvas, no te alzas frente al mundo. Nada esperas.
El bosque destila savia helada, que después arroja sobre ti la alborada, pero tú permaneces inmóvil. Sobre ti grabó el hálito del espíritu sus signos sagrados, pero a pesar de ello, nada ves, nada dices, nada escuchas. Nada pueden contra ti. Ni contigo. Únicamente el rayo azul podrá herirte, pues sabido es que naciste de las entrañas candentes de una estrella lejana.
El viento llueve alfileres sobre tu piel, los vendavales abren las puertas secretas de la tierra hasta encontrarte. Ante ti los hombres no son más que suplicantes de ansiada caridad que nunca llega, ángeles guardianes de un mundo deshabitado, exiliados llamando incesantemente a las murallas infranqueables de la felicidad, la promesa incumplida, el muro de humo, la torre destruida por el rayo.
Acaso sea necesario no sentir como tú oráculo mudo. No sentir para no morir súbitamente, para sentirse a salvo, para no someterse a la conjura de los necios ¿Por qué se empeña el hombre en perseguir el misterioso anhelo que hace posible un mundo efímero, un mañana incierto?
Inevitable es la muerte contigo, diosa de la guerra. Se inclinan ante ti los príncipes. Soportas la cagada de los pájaros, la corrosión de la sal, el temblor del cataclismo y hasta el avasallamiento del tsunami, y a pesar de todo perduras. Pero algún día el mundo terminará, terminará el mundo y tú permanecerás en ese rincón sombrío cegada por el musgo.
¿Quién se podrá reflejar mañana en el oráculo de tu vientre, quién descifrará los mensajes ocultos?
Rompe la lanza de los antiguos sacrificios y libera a los hombres de la esclavitud. Deja de ser la implacable diosa de los muertos, la inconmovible, y vuelve a ser la hermosa criatura que vino del granizo, espejo caído del cielo. La joven guerrera que acunó en sus pechos el sueño del hombre,  aquella que vino a salvarnos del abismo.
La ola surge de lo más profundo de las corrientes marinas para contemplarse a sí misma. El mar, corriente indiferente a su certeza, la fecunda, la revierte, la propulsa a otra conciencia más sutil que la interroga.

Hay ya en la tierra demasiados tótem de sobresalto a los que adorar, demasiadas diosas de la fertilidad a las que ofrecer pleitesía y sacrificios, nefastos señores de la guerra comerciantes de vidas humanas, ángeles de mármol, demasiados tesoros arrebatados a la madre tierra, diamantes de sangre, ídolos de oro sin capacidad de amar. Es hora ya de que el sabio nigromante desentrañe el secreto oculto de la luz. 

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