miércoles, 14 de enero de 2015

Sin sentidos, por PEDRO PASTOR SÁNCHEZ.

           



    Vaya, debo haberme quedado dormido. Está todo tan oscuro, una oscuridad casi tangible, pesada.
            ¿Qué está ocurriendo?. Algo va mal. Quiero levantarme y no puedo. Mi cuerpo no responde. Por más que lo intento, ningún miembro me obedece. ¿Me habré quedado paralítico de repente?.
            ¿Qué estupideces estoy diciendo?. Seguro que sigo dormido y esto es una pesadilla. Sólo tengo que concentrarme y despertaré. Repite: quiero despertar, quiero despertar, quiero...No, creo que así no podré despertar. Tampoco sé si estoy en casa, o si estoy sólo, si Olga aparece y me ve en este estado, seguro que trata de despertarme. Es sólo cuestión de tiempo, no te pongas nervioso.
            Pasa el tiempo y nada. Ni siquiera se oye el más imperceptible sonido. ¿Y si trato de llamar la atención gritando?. Ahí voy...
¡Dios mío!. ¡Soy incapaz de mover un solo músculo!. Nadie podrá oírme porque no puedo llenar mis pulmones de aire, ni abrir mi boca. ¡No es un maldito sueño!. No al menos un sueño normal. Será un sueño inducido, eso es. Algo me ha pasado, pero no consigo recordar qué, y me han dado algo para mantenerme relajado, o para que no sufra. ¡Vaya ideas más descabelladas!.
A ver, apliquemos la lógica y así podré sacar alguna conclusión. Analizando los hechos, no veo ni oigo nada, soy incapaz de moverme. ¿Qué más?. No percibo tampoco ningún olor, cosa extraña, así que es bastante difícil que sepa donde me encuentro, ni siquiera en qué posición me encuentro, mis sentidos parecen totalmente anulados. ¡Ya está!. He sido abducido y viajo por el éter, en el más absoluto vacío, hacia un lugar desconocido, y vete tú a saber a que experimentos me someten.
Definitivamente me estoy volviendo majara. ¿Pero por qué coño me iban a abducir a mí?. El caso es que eso explicaría mi impresión de ingravidez, de hecho no tengo ninguna sensación táctil, podría estar tumbado o de pie. Y del mismo modo, en el infierno o en el Polo Norte, porque no siento ni calor ni frío. Esta insensibilidad me abruma.
Me inclino más por la anestesia. Eso es, debo estar anestesiado. No puedo recordar nada porque he debido sufrir un accidente, algún golpe en la cabeza, espero que no sea nada más grave, y los médicos han decidido sedarme. Pero claro, a lo mejor ha sido peor de lo que supongo, y estoy...¡en coma!.
Tranquilo. Seguro que no es eso. Pero de ser verdad, Olga debe estar aquí, a mi lado, vigilándome, esperando a que despierte para volver de nuevo a la vida, a nuestra vida. Tal vez no fuese la más maravillosa, hemos tenido nuestros más y nuestros menos, pero nos seguimos queriendo. Ya hemos superado la crisis, la perdoné y nunca más hemos sabido de ese hijo de puta que la engatusó. Ahora volvemos a estar unidos...
Pero, ¿y si ella no está a mi lado?. ¿Y si ha aprovechado la oportunidad para volver con ese musculitos?. Ahora ya no tendrá oposición, ahora soy sólo un cuerpo desgarbado y exánime, una carga. ¡No, no , no!. ¡Me estoy volviendo loco!. Pero eso no puede ser, estábamos haciendo planes, nos iríamos de viaje, tendríamos un hijo...¿O esos planes eran un burdo engaño?. ¿Me estaba engañando de nuevo?.
No seas irracional. Te estás dejando llevar por tus sentimientos nuevamente. Todas estas ideas se han quedado ancladas en tu cabeza, y los fármacos las están sacando a flote. Tu mente te está jugando una mala pasada. Seguro que hay otra explicación para todo este sinsentido. Si por lo menos sintiera algún estímulo, del tipo que fuera, sabría si hay alguien ahí velando por mí. Este desamparo me está agobiando y lo peor es que no sé cuanto tiempo va a durar esta situación...
Soy consciente de que todo mi organismo está paralizado, pero mi cabeza sigue pensando. Es algo que cualquier persona cuerda nunca pensaría, pero se me ocurre otra explicación para esta locura. ¡ESTOY MUERTO!. Seguramente esté en ese período de desconexión de cuerpo y mente, anclado a este cerebro de forma temporal, hasta que por fin mi conciencia se separe, me convierta en una entidad extracorpórea y empiece a levitar sobre mi propio cadáver. ¿Hacia dónde?. ¿Con que finalidad?. Seguramente lo descubra en breve. Tendré que empezar a aceptarlo o será más doloroso, tanto para mí como para Olga. No quiero quedarme entre los dos mundos, penando, o intentando resolver algo que haya quedado pendiente de solucionar. Si un día aparezco ante Olga como un espectro, podría darle algo...Otra idea descabellada. De todas formas, si fuera verdad, ya no tendría que preocuparme por nada, sería una situación irreversible, y por más que me empeñe, no podría hacer nada. Exactamente igual que ahora. Nada, salvo esperar.
Un momento, algo está ocurriendo. Es como una vibración. Va tomando fuerza. Una especie de eco, un sonido distorsionado. Cada vez se vuelve más nítido, lo percibo, sí...¡Es el latido de mi corazón!. Dios mío, estoy vivo. ¡Vivo!.
Pero las otras incógnitas siguen sin despejarse. ¿Alguien sabrá de mi estado?. Piensa, y piensa rápido. Tienes que encontrar alguna forma de comunicarte.
De repente empiezo a tener nuevas sensaciones, es como si me fuera conectando poco a poco, pieza a pieza, como un robot. Comienzo a percibir el peso de mi propio cuerpo. Debo estar tumbado sobre algo duro y frío. ¡Si no fuera por esta ceguera!. Concéntrate, los ojos no son ahora los órganos más importantes, hay otros sentidos que explorar y que puedan dar más pistas sobre la situación actual. Por ejemplo, de repente algo está estimulando mi pituitaria. Es un olor que debería reconocer, es punzante, algo dentro de mi cabeza me dice que es familiar. ¡Claro!. Es formol. Empiezo a recordar, son como relámpagos que vienen a mi mente, escenas que aparecen como breves fogonazos de conciencia. Me veo a mi mismo con una bata blanca. Debo trabajar en un laboratorio o... en un hospital. Sí, eso es. Eso explica el olor, debo estar en un hospital, pero sigo sin respuestas. ¿Qué me ha pasado?.
Espera un momento, una nueva sensación se apodera de mi alma. Empiezo a notar un sabor extraño en mi boca, un amargor que me asquea, que debe salir directamente de mis entrañas. Lo aborrezco, aunque de alguna forma, me conecta con mi pasado reciente. Eso es, acabo de acordarme, este gusto tan peculiar es del condimento que Olga puso en la comida, esas hierbas aromáticas que dijo que le darían un toque peculiar al guiso. Recuerdo eso, y también cómo me embriagaba con ese vino. Y cómo me contaba que tenía algo importante que decirme, que lo haría cuando terminásemos de comer, algo que cambiaría nuestras vidas...
¡Hija de la gran puta!. ¡Y tanto que cambiaría nuestras vidas!. ¡Me quería matar!. Me explicó que el veneno que había puesto en mi comida comenzaría a hacer efecto en cuestión de minutos, una sustancia que no dejaría rastro en mi organismo, que nadie nunca sabría la causa real de mi muerte, parecería una súbita parada cardiaca. Con sangre fría me dijo que ya hacía mucho tiempo que no me quería, que no podía soportarme, que mi simple presencia le repugnaba, que nunca fue feliz conmigo, que nunca la supe comprender, y que sé yo que más cosas.
Me quedé estupefacto ante esta confesión. Le dije “Vamos, Olga, deja ya las bromas macabras”, mientras apuraba el postre. Ella se limitó a esbozar una sonrisa sarcástica y se acomodó en el sofá, expectante. La primera convulsión me hizo comprender que no mentía.
No podía dejar que se salieran con la suya, seguro que lo habían planeado juntos. Medio mareado por el vino y por los efectos narcotizantes de lo que quiera que puso en mi plato, agarré las llaves del coche y pisé el acelerador a fondo hasta el hospital. Estaba muy cerca de casa, era donde trabajaba todos los días y sabía los atajos. En un periquete estaría allí. Usarían el desfibrilador y luego me sacarían esa mierda del cuerpo.
Ahora que mi mente se conecta muy lentamente a mi cuerpo, comienzo a notar un lacerante dolor en un costado, en mi cabeza, en mi pecho. Y recuerdo con nitidez como zigzagueaba a toda velocidad por la carretera, apurando los preciosos segundos que me restaban para alcanzar mi objetivo. En la distancia atisbaba a ver la silueta del hospital, por eso, enajenado por el dolor y la angustia, no vi el camión que salió por mi izquierda en aquel cruce, aquel en el que no respeté la señalización, aquel en el que ni siquiera dejé huellas de frenada.
Nuevas vibraciones me sacan de estos funestos pensamientos. Esta vez comienzo a distinguir voces, al principio, como matizadas por un medio acuoso, como si estuviera dentro de  un submarino. Lentamente se van modulando, hasta hacerse comprensibles.

            ― Tómese el tiempo que necesite.
           
            ¿Quién demonios ha dicho eso?. ¿Y a quién?. ¿Tiempo para qué?. Lo que tengo claro es que hay más de una persona próxima. ¿Se habrán dado cuenta de mi presencia y estado?. Vamos, estúpido, piensa en algo para llamar su atención. Tienes que desenmascarar a esos homicidas. No pueden quedar impunes. Pero, ¿qué puedo hacer?.

            Por fin el manto de la negrura está dando paso paulatinamente a un velo nebuloso y traslúcido. Tengo que concentrarme en mis ojos, que mis nervios y músculos faciales hagan un postrer intento para ver lo que tengo ante mí. Vamos, tú puedes...

― Sí, es él.

Al oír esas palabras, el cuerpo yaciente abrió los ojos de forma inesperada. Todos los presentes quedaron profundamente impresionados, a excepción del forense, que ya había presenciado otros casos de movimientos post mortem.
― Vaya ― dijo el doctor ― no es muy habitual pero a veces ocurre. Ya sé que impresiona bastante, pero le aseguro, señora, que...
No pudo terminar la frase. Olga se tapó los ojos con una mano, y entre sollozos aproximó la otra a la cara de su marido, cerrando aquellos párpados rígidos. Sus pupilas se cruzaron por última vez, así que no tuvo más remedio que sobreponerse al horror de aquella mirada, que en lugar de transmitir odio solicitaba clemencia. Era una última petición de ayuda, tantos años juntos no podían terminar de esta manera. O sí.



1 comentario:

  1. Mágica esta descripción de lo que puede ser la muerte o no?.Parece que hubieses pasado por el famoso tunel...Emma

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