martes, 15 de abril de 2014

Un dios, por JOSEFINA MARTOS PEREGRÍN

   


Dominador de la Eterna Metamorfosis, ¿tanto me necesitas? ¿Por qué te complaces en salvarme? ¿Qué buscas en criatura tan débil y maligna? Hubiera querido ser otro, hubiera querido ser bueno, hubiera querido habitar  un mundo de justicia, pero tú me has hecho como soy.
Si eres grande, si eres todo y dueño de todo, si todo lo puedes, ¿por qué perdonas lo imperdonable?
Cinco veces se arrodilló mi sombra, cinco veces mi alma se postró ante ti y en mi terror prometí  no apartarme de tu camino. Y las cinco, ya salvado, renegué de  tu poder y mis promesas.
   ¿Recuerdas la primera, cuando aún niño me aferré a la retama que por tu fuerza me salvó de rodar por la ladera afilada del monte de fuego?
   Fue la segunda aquella noche sin luna en que ardía de fiebre y bubas, a solas en la cabaña, y tu  lluvia fresca entró por la ventana y alivió mi frente, limpió mis miembros y me sanó entero.
“Dueño de la Sangre Detenida, cambia la voluntad del juez –te rogué-, que no me condene y no volveré a matar”. Tú cumpliste. Yo no.
   Me concediste la cuarta salvación con el repentino capricho de la cobra, que dejó de acecharme  para saltar sobre un imprevisto ratón.
   Y ayer mismo se cumplió la quinta, cuando vencido de voces siniestras, te supliqué un camino que me sacara del Túnel de Los que No Regresan.
   ¿Cuántos miembros tendré que cortar, cuántos santuarios destruir hasta lograr que tú me castigues?

    Señor de las Palabras Infinitas, una y otra vez infrinjo tus leyes buscando la paz del castigo, pero tú nunca calmas mi sed de justicia, tú me defraudas con el  perdón que derramas sobre mí  como quien derrama sal en la boca del sediento, como quien trata la rabia del mercenario impío masajeando su corazón con la más rasposa de las arenas.
   Acaba conmigo, no premies mi vida de maldad creciente, ¿no te bastan mis crímenes? Nudo del Destino, Padre de las Generaciones Innumerables: tú me haces como soy.

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