martes, 15 de abril de 2014

La quimera del ser, por DORA HERNÁNDEZ MONTALBÁN


I

             El caos original: pura infinitud, tal vez blancura o implacable oscuridad. Vertiginosa negrura vaciando la cosmología del tiempo, derramando un embrión de océano; y el negro de la noche invadiendo el todo o la nada: esa profunda oscuridad que nada sabe del llanto y todo del sollozo. Ocultando el ojo acuático, el futuro pez de las lágrimas.
            El universo más viejo que las primeras estrellas, apenas un vestigio de luz, ínfimos granos de luz vagando por el espacio, acoplándose en desordenada amargura, uniéndose mediante amorosas explosiones en astros ardientes.
            Sucedió antes de que la luna fuera, y la tierra fuera, tal vez cuando todo fue helio y cúmulos de galaxias, y más galaxias en el espacio inmenso. El vasto espacio sembrado de soberbias islas galácticas, lumbre láctea esparcida y esferas incandescentes.



II

Sucede la luz, la materia, tal vez ambas a un tiempo pero ¿en qué himen se presintió el hombre, en qué matriz cristalina? ¿de qué sustancia eterna se hizo la armonía del cuerpo?.
Luz y calor, pero ¿y estos cristales mágicos, estos microscópicos imanes, estas olas congeladas?.
¿Qué remota región es esta en donde sólo existe el hielo? Asteroides de perfecto hielo interestelar suspendidos e ingrávidos. Prismas protegiendo líquidos elementos a los que la luz otorga insólitos colores, mutaciones infinitas, infinitas mutaciones danzando, entrando y saliendo en espirales de luz. ¿Qué es esto? Agua apenas presentida; líquido elemento contenido en un recipiente cósmico. ¿Qué es esta nebulosa traslúcida sino el color del tiempo? La potencia de la luz creando y destruyendo simultáneamente…, territorio incierto. Y acaso las estrellas recién paridas siguiendo indiferentes su curso.

III


Y cuando la tierra ya era, sucedió que llovieron sobre ella crisoles de vida, y el cuarzo y la arcilla quedaron hechos piel, blanda tierra esperanzada, imán que suplicó a una estrella la luz inasible. Arcilla solitaria prolongándose en el anhelo de un océano embrionario todavía. Y llovieron sobre ella millones de crisoles de vida, inundando cárcavas, vacíos, hondonadas, túneles, cráteres humeantes, aire, fuego y agua gravitando y únicamente sostenidos por el hilo invisible de la luna. Contenido el crisol de vida, el ojo acuático parió al pez de las lágrimas que vagó por el abierto mar de la melancolía, junto a peces de hastío que nadaban hacia la profundidad de los abismos, por donde van los peces ciegos y solos, por el camino negro galopando el agua helada, cabalgando el oxígeno. Los primeros peces, siniestros nadadores, cierran los ojos y miran dentro de sí mismos, sienten cómo les bombean las sienes mientras hieren a cuchilladas la negrura infinita, el territorio silencioso del alga azul.

1 comentario:

  1. Que chulada. Me parece muy especial y me inspira. Tal vez por las referencias al color y la profundidad. Enhorabuena y gracias

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