domingo, 8 de septiembre de 2024

Una vida nueva, de María Jiménez Sanz.

 


Susana y Christian estaban cansados del bullicio de la gran ciudad, desde que siempre habían vivido en Barcelona, pero ambos tenían claro que en cuanto pudieran se mudarían a un pueblo, a ser posible pequeño. Soñaban con educar a sus futuros hijos en una vida más sencilla y en armonía con la naturaleza. Ahora que Susana estaba embarazada, había llegado el momento, tras una búsqueda intensa de trabajo por distintos pueblos se mudaron a Don Tomás, un pequeño municipio de no más de 1000 habitantes, buscando la tranquilidad y un sitio sin contaminación para criar a los mellizos que venían en camino. Compraron una antigua granja en las afueras del pueblo, una tierra que había sido abandonada y maltratada durante años.

 

Los primeros días fueron un golpe de realidad. La tierra estaba seca y agotada, tras años de abandono por parte de los descendientes de los antiguos dueños y las malas hierbas habían tomado el control. Tanto Susana, que era ingeniera agrónoma como Christian, biólogo, sabían que tendrían que trabajar duro para revitalizar el suelo. Querían usar las técnicas menos agresivas con el terreno, para respetar la biodiversidad de la zona y el equilibrio natural. Así que decidieron por la agricultura regenerativa.

 

Enseguida hicieron amistad con la gente del pueblo; Don Tomás era un municipio de esos que llaman “la España vaciada” y todos los vecinos estaban muy contentos de recibir a gente de fuera que había decidido mudarse allí; ¡Y si traían niños mejor! En el bar del pueblo conocieron a Polo, un anciano lugareño con muchísimos conocimientos sobre agricultura tradicional que era muy escéptico con las nuevas técnicas agrícolas. "La tierra aquí ya no es como antes. No va a


ser tan fácil como vosotros pensáis", les dijo cuándo le contaron todo lo que tenían pensado hacer.

 

Susana y Christian no se desanimaron con esto, sino que les impulsó a trabajar más duro. Comenzaron a compostar los restos orgánicos y a sembrar abono verde para enriquecer el suelo. Susana ideó un sistema de riego eficiente subiendo hasta su campo el agua de un arroyo cercano. Christian se estuvo informando sobre la permacultura, y siguiendo los principios de ésta, plantó una gran variedad de cultivos que aseguraban la biodiversidad.

 

Pasaron los meses y nacieron los mellizos Chloe y Julen, a la par que ambos crecían, los resultados en los cultivos comenzaron a ser visibles. La tierra recuperó su vitalidad y las plantas crecían sanas y fuertes. Al llegar el verano, volvieron los problemas. Debido a la falta de lluvias el arroyo se secó y los cultivos comenzaron a marchitarse. Susana y Christian buscaban soluciones desesperados, le preguntaron a Polo, quien desde el primer momento estuvo encantado de ayudarles, fusionando su conocimientos tradicionales con los modernos del matrimonio.

 

Polo les explicó cómo construir un sistema de recolección de agua de lluvia y a utilizar técnicas para conservar la humedad en el suelo. "La naturaleza tiene su propio ritmo. Solo tenéis que aprender a escucharla y os dará lo que necesitáis", les decía mientras trabajaban juntos.

 

Fue gracias a esta combinación de conocimientos modernos y tradicionales como lograron salvar la cosecha. La relación con los habitantes del pueblo cada vez era mejor, veían a la familia como gente perseverante luchaba por conseguir sus metas. Desde la escuela, las profesoras hacían excursiones con sus alumnos a la granja para aprender sobre las plantas y los animales. Por las tardes algunos niños volvían para jugar con los mellizos.

 

Un año después, la granja de Susana y Christian era un oasis de verduras, cultivos y vida. Producía tanto que no solo abastecía a ellos cuatro, sino que también había para varias familias del pueblo. Junto con otros aldeanos crearon un mercado local donde intercambiaban productos frescos y orgánicos, lo que hizo revitalizar la economía local.

 

Polo, que se había convertido en un amigo y mentor de la familia, observaba orgulloso la situación. "Nunca pensé que vería esto en Don Tomás", dijo un día mirando los campos llenos de cultivos y la comunidad agrícola que se había creado. "Habéis hecho un gran trabajo, en agricultura y también en el pueblo."

 

Susana y Christian, se miraron, miraron a los mellizos y sonrieron. Con su mudanza habían encontrado una vida rural en mitad de la naturaleza y también un precioso lugar en el que ver crecer a Clhoe y Julen. Además habían conseguido que la tierra renaciera, y crear una comunidad que aprendió a valorar y respetar la naturaleza.

 

La historia de Susana y Christian no solo era una historia de éxito personal, sino también un ejemplo para muchos. Don Tomás dejó de ser un pueblo olvidado para convertirse en un modelo de sostenibilidad y resiliencia, demostrando que, con trabajo duro y respeto por la naturaleza, es posible todo.


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