El
tema medioambiental está cobrando fuerza en la literatura actual. Los efectos
del cambio climático son ya una realidad palpable; especialmente los del
calentamiento global del planeta. Esta realidad nos lleva a una reflexión no
exenta de grandes niveles de frustración al ver cómo las políticas en materia
de medioambiente a nivel internacional no son lo suficientemente contundentes
para abordar de una vez por todas el problema. El jardín herido, la novela de Rafael Ruiz Pleguezuelos que obtuvo
el XXXIX Premio Jaén de Novela, es un ejemplo de esa inquietud por el medio
ambiente. Pero, además, sabe plantear el tema con gran creatividad y pericia.
Mónica,
la protagonista de la novela, es una mujer joven que vive en Madrid y que se
dedica al negocio de las flores junto con su socio, Javi. Lo que comienza como
una ilusión, la floristería Florarium, paulatinamente se va transformando en hastío
al considerar la naturaleza artificial e industrial de algo que paradójicamente
alude a la vida. Y es que, por cada flor cortada, se emite a la atmósfera tres
kilos de CO2, aparte del impacto que causa al medio ambiente su transporte. Su
inquietud por el asunto la lleva a acudir a reuniones de grupos ecologistas en
los que únicamente se habla del tema sin hacer nada. Su protesta en una de
estas asambleas la conduce a contactar con un grupo radical que promueve
acciones de impacto.
La
importancia de esta novela, fuera de su vertiente crítica ecologista, está en la
singularidad con la que el autor ha estructurado su obra, atendiendo a la
naturaleza evocadora de las flores y su campo semántico. Cada capítulo es como
una piedra arrojada a un estanque en el que sus ondas nos amplían el sentido, a
veces metafórico, de los títulos. En ella, Rafael nos sumerge en el lenguaje de
las flores: aquella forma de comunicación criptológica de la época victoriana
en la que los diferentes tipos de flores y sus colores tenían un mensaje
simbólico que expresaba un sentimiento, una emoción, etc.
La
metaliteratura también está presente en la obra, porque en ella se explora la
presencia de las flores en la obra de Federico García Lorca. En este capítulo
que él titula atinadamente “Flores en las fosas”, además de introducirnos en la
obra excepcional del poeta granadino, nos advierte del uso político que se ha
estado realizando con la figura del poeta, asesinado en los primeros días de la
Guerra Civil española; cuando tal vez se debería haber incidido más en la
grandeza de su talento y en la pérdida que ha supuesto su temprana muerte para
la literatura española.
Es
formidable la capacidad de Pleguezuelos para estimular el debate en esta
novela, construida de manera tan magistral e inteligente.
Con
el capítulo “Perder la flor” se analiza el sentido machista de la expresión que
ha hecho poca justicia a las mujeres a lo largo de la historia: abrazar al mundo ha significado para la
hembra, durante demasiado tiempo, caminar hacia la desgracia, dar pasos de
suicida, dice el autor.
Esta
es una novela sembrada de reflexiones para el lector que hacen del ejercicio de
la lectura una delicia y hace poner en marcha su capacidad crítica, cualidad
escasa en los tiempos que corren, abrumados como estamos por la explosión de la
información y sometidos por la manipulación de los medios de comunicación.
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