“Se despertó una mañana
después de un sueño intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en un
monstruoso insecto”.
F. Kafka
Cuando Gregorio Samsa se despertó
fue en busca de los hombres de la noche.
De los que revuelven en la basura,
de los indigentes, los cadáveres
clandestinos de los cines cerrados.
Escuchó a los obreros levantando
rascacielos en Nueva York, volando
casi por los tejados del mundo sin
alas. Apenas se puede respirar
en las cloacas que van al infierno
ni en los vertederos de intestinos de
los muelles más podridos. Cualquier sitio
donde estuvo le hizo más fuerte y menos
humano, sin misericordia, insecto
al que todos pisan, bestia grosera,
paria de los suburbios del sistema.
De Gregorio Samsa aprendí que somos
el carbón que alimenta la caldera
de los siglos consagrados al yugo.
El combustible miserable para
la máquina de mezquindad soberbia
de dioses y usureros inmortales.
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