domingo, 30 de octubre de 2022

SOLO ABRÍ LA PUERTA, por Esneyder Álvarez.

 


Vivía en medio del silencio,

Cada mañana despertaba 

con una espina enterrada en el cuerpo,

La luz de mi habitación no era sufriente 

para ver donde caminar,

debido a la neblina oscura y densa que salía de mi alma,

Una neblina que se nutría de mi rencor, 

amargura y soledad.

 

La tierra donde caminaba era áspera e infértil,

mi cuerpo era alimentado de la envidia y la aflicción,

un día me quebranté, mi llanto era interrumpible,

mis lagrimas humedecieron cada espacio de la habitación.

 

El silencio fue interrumpido por un fuerte y estremecedor golpe a la puerta,

la abrí,

la luz que reflejabas hizo que la neblina no se percibiera,

me miraste, me abrasaste y me dijiste:

tu soledad ha terminado,

ha sido habitado tu corazón,

te doy mi amor.

 

La neblina dejo de esparcirse,

mi corazón empezó a sentir algo que jamás había experimentado,

comencé a caminar,

pude disfrutar por primera vez la belleza de la primavera,

deleitarme con el cántico de los pájaros,

erizarme con la caricia del verde pasto.

 

En la mañana siguiente,

al despertar las espinas ya no atravesaron mi piel,

esta vez desperté con la caricia más dulce,

la que desprende la ternura de su presencia,

entendí que por primera vez pude sentir el verdadero amor, 

el amor de mi padre,

tú amor… mi amado Dios.

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