Un paso, y otro paso en este
final de julio.
El paseo ensordece las ramas de
los árboles
la soledad es ancha en toda la
plaza, la presencia
de mil hojas dan eternidad a la
pausa, no hay canto.
Respiro un aire seco y caliente
con sabor a incendio
viene desde lejos se queda en
realidad fragmentaria.
Dependo de la continuidad del
asfalto, la mano agita lo negro,
la luz se va quedando en pañales.
Devuélveme los bosques,
hechizo que tuvo mi tierra, el
cantar durante muchos siglos.
Los balcones con flores, el perro
de compañía
entre lo verde no abundante,
espera tumbado al hombre.
Empezó la noche suena una
chicharra, un pájaro en su rebeldía
avisa el frescor de la noche, en
un minuto se pueblan los bancos.
Dependo de esta realidad y
respiro alto contigo. La carne muerde.
Por fin no hay moscas.
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