Se ha hecho de día,
los árboles hermanados van tejiendo
una alfombra de sombras sobre la calzada.
Las hojas pestañean según el canto del sol,
clavándose oscuras en el suelo.
Aún y así, me complace ver como simulan desaparecer.
Ojalá, pronto, se detengan mis sentidos
en el esplendor del arbusto jazminero
que puebla florecido
la otra orilla del poema.
Sin remedio llegará la noche,
transitoria espesura de nubes grises,
que una vez más,
serán fieles a los ojos del infinito.
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