viernes, 29 de abril de 2022

VERDES IRREDUCTIBLES, por Carmen Hernández Montalbán.

 



 

Siempre me he preguntado por qué los sistemas que nos gobiernan actúan in extremis ante los problemas que nos acucian desde hace décadas, incluso centurias… ¿Por qué nos bombardean con la publicidad, animándonos a entrar en este bucle de consumo desenfrenado y ciego que ha puesto en peligro el equilibrio del planeta, y hasta nuestra propia supervivencia? ¿Qué intereses defienden? ¿Qué catástrofes han de ocurrir para que la humanidad reaccione ante este proyecto de suicidio colectivo?

Jamás se nos dará una respuesta completamente veraz, por más que la busquemos en la maraña de explosión informativa. Ni siquiera a aquellos que trabajamos a diario con una materia tan adulterable como es la información. En el mejor de los casos, se nos tachará de coquetear con las teorías de la conspiración, se nos clausurarán programas, se nos cerrarán canales…, cualquier cosa menos dejar que un atisbo de duda penetre en la opinión pública. Los hay que son tachados de delincuentes por escarbar en las pocilgas de los poderes fácticos.

Desde hace semanas, el aire no huele igual, la contaminación parece haberse esfumado de un plumazo. Realmente no huele a nada, tampoco huele a café, como otras veces, al pasar junto a la cafetería de la esquina, ni a tierra mojada cuando llueve...

Lo comento con los compañeros de la oficina, pero me miran como si fuera un bicho raro. Me dicen: tío ¿No te estarás obsesionando demasiado con el medio ambiente? ¿O es que se te ha subido a la cabeza el éxito con el artículo que te han publicado en la revista VERDES IRREDUCTIBLES? ¡háztelo mirar!

La respuesta de estos envidiosos no me extrañó, aunque confieso que me tuvo toda la tarde pensando si no tendrían algo de razón. Pero uno no puede negar la evidencia, aunque tal evidencia fuera síntoma de que se me estuviera yendo la olla. Aquí está pasando algo raro…, ni siquiera cuando duermo tengo sueños. Al terminar la jornada me tiendo en el sofá y me parece estar flotando en una nube, nunca me había resultado tan cómodo este mueble que antes me parecía un verdadero instrumento de tortura. Lo mismo me ocurre con el colchón, aunque tenga dos muelles rotos ya ni siquiera se me clavan en la espalda, cuando caigo en la cama es como si me desconectaran con un interruptor.

No sé qué es lo que estarán pergeñando los cabrones estos de la CIA o de cualesquier otros centros nacionales de inteligencia…

Bueno, me voy a dormir. CLIC.

 

 

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