sábado, 29 de enero de 2022

DON MANUEL MEDIALDEA, Leandro García Casanova

 



 

 

Dedicado a su hijo, Adolfo Medialdea



Hacía bastantes días que no veía al viejo profesor guadijeño, pero aquella mañana de invierno me tranquilicé al verlo en la calle y de nuevo echamos un rato de animada charla. Algún tiempo después yo estuve ensimismado en mis cosas, hasta que decidí preguntar por don Manuel Medialdea Valero. Me dirigí al bloque de pisos donde vive, y no tuve que esperar para que un anciano amable me diera la triste noticia: Don Manuel murió hace unos meses. Y a modo de despedida, me dijo: Era lo más alegre que teníamos en la casa. Don Manuel nació en Guadix, en 1932, y falleció de un infarto en Granada,  el 5 de enero de 2011Licenciado en Matemáticas e Historia, dio clases en el Seminario y en el Colegio de la Presentación, de Guadix

 

En los años setenta, se trasladó a Granada y ejerció la docencia en los Colegios Divina Infantita y Virgen de Gracia. Al jubilarse, recibió una insignia de Educación. A veces me lo encontraba por las mañanas, en la calle Melchor Almagro, camino del supermercado. En los quinientos metros que recorría, a lo mejor se paraban a saludarlo tres o cuatro personas: un antiguo alumno, un taxista, algún conocido... Era un hombre abierto, sincero y entrañable que le gustaba hablar con la gente, se veía que eso le resucitaba. Un día le dije, por aliviar un poco su dolor: En cien metros a la redonda, conozco a dos familias que también han perdido a sus hijos en la juventud. Don Manuel se despidió cortésmente y no me respondió, a pesar de que llevaba dentro una pena muy grande por la temprana muerte de su hija.

Esta anécdota de los años sesenta lo define cómo era. A la hora de matemáticas, se presentó en el aula del Seminario y nos dijo: Esta tarde no os daré clase porque tengo fiebre y me encuentro enfermo. Yo tendría trece años y aquel gesto del profesor se me quedó grabado para siempre. Su carácter afable, la confianza que nos daba, su profesionalidad… Has metido el cuezo (la pata), decía de vez en cuando a algún alumno despistado, y todos nos echábamos a reír. En la calle me paraba y me contaba historias graciosas, era un derroche de alegría. 


           A pesar de que era conocido y querido en Granada (no digamos en Guadix), parece ser que don Manuel ha caído en el olvido. La tristeza me invade estos días, cuando paso por el portal de su casa, y por eso creo que se merece algo más que unas breves líneas. Era un hombre bueno y cercano, al que le cogías cariño, y ése es el recuerdo que me ha quedado de este profesor guadijeño.

 

Don Manuel derrochaba alegría e imaginación, hacía un recorrido de 500 metros para ir al supermercado todas las mañanas (desde la esquina de la plaza del Gran Capitán al Dani, era su paseo matinal), y lo saludaban cuatro o cinco personas. Estabas hablando con él y siempre correspondía a los saludos, era un hombre querido por todos. Un día me decidí a saludarlo, después de años, y le dije que él me había visto en otra ocasión. Y me respondió: Con las preocupaciones que yo tengo, no me daría cuenta. Y yo pensaba que pasaba de largo. Pues le voy a decir a Vallecillos que vaya a saludarte, me dijo al despedirse. A los buenos profesores, como a los amigos, se les recuerda.

 

Posdata: Su hijo Adolfo me dijo que si hubiera hecho ejercicio estaría viviendo, pero él no salía de por aquí. Tras la muerte de su hija, cuidó de su mujer, que estaba enferma. Yo era torpe para las matemáticas, pero don Manuel las hacía amenas por su forma de ser alegre La foto de su padre me la cedió Adolfo. 

 

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