A Almudena Grandes
Ábreme las ventanas de
callados postigos,
madre, hermana, amiga.
Que nos salpiquen las aguas
moradas
de la pertinaz lluvia del
otoño,
para que el olor a tierra
mojada ahogue
las soledad dibujada en la
arena
e inunde las sequedades de
un alma vacía.
Que forme por el jardín
pasillos de fresca brisa
la madrugada sedienta de
manos
apoyadas en las mejillas
descosidas
de mil y una varadas
sirenas.
Que no dé la muerte con
nosotros
antes de recordar de nuevo
el aroma
a café, canela y cilantro
que precede a
la incierta gloria compañera
de toda batalla
entre hijos de una misma
tierra.
Abre las ventanas de
inmaculados cristales,
madre, hermana, amiga.
Que no me anochezca tan
temprano
antes de releer una vez más
tus historias
de hombres y mujeres sin
principios ni finales.
Que no se marchite la fresca
magia
de tus hojas en las
afligidas y quebradas
estanterías de mi casa.
Me encanta el poema, bonito mensaje. Gracias.
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ResponderEliminarLaten las estanterías, Tomás.Las alas de los libros emprenden su vuelo hasta las manos.
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