sábado, 14 de agosto de 2021

UN DÍA EN LA OFICINA, por Carlota Magdaleno Ruiz.

 


Me encontraba en la oficina cuando uno de mis compañeros se me acercó con un entusiasmo incapaz de reprimir. Me resultó molesto porque me veía en la obligación de terminar un informe con un plazo corto de entrega. Me dio un codazo y me aseguró que no me arrepentiría, pero le insistí en que a mi esas cosas y menos las personas, me interesan. Por eso escribo artículos sobre nuevas tecnologías y nada más. Así que le di la espalda y seguí redactando el informe que tenía que entregar ese mismo día. Pero agarró mi silla y la hizo girar. Giré varias veces sobre mí mismo, me mareé y a punto estuve de darle una bofetada cuando me hizo la siguiente oferta:

-Si te interesa la historia, te prometo acabar el informe por ti.

-Me queda menos de una hora -le dije.

-Suficiente, te va a gustar -dijo asintiendo con la cabeza.

-Tienes diez minutos. Más no te doy.

Satisfecho, empezó a narrar, pero como era de esperar, tardó más y me enganché a su historia. Al parecer habían descubierto en un vacío pueblo español que llegó a tener unas cien personas, campos extensos de judías verdes sin cosechar. Me enseñó fotos y seguí pensando que me tomaba el pelo. Era un pueblo inanimado pero esos campos de judías que recorrían desde la entrada del pueblo hasta la iglesia y los campos que rozan con el sol del atardecer, sí daban la ilusión de estar habitado. Es entonces cuando ya pasados los diez minutos, miré mi reloj y cuando le iba a comentar que tenía que acabar con lo empezado, me dijo que eso mismo le ocurría a él. Al parecer esos terrenos extensos de judías cultivadas que se extendían por todo el pueblo eran responsabilidad de un solo hombre. Yo pensé en ese momento que no era otra cosa que historias suyas para divertirse un poco en la oficina porque ya sabemos que le gusta más venir a la oficina para charlar que para trabajar. Lo que yo no entendía era cómo él le conocía, pero me dijo que eso se revelaría al final porque si no, no lo comprendería bien. Este señor mayor fue un muchacho al que de pequeño le encantaban las judías al contarle su padre agricultor aquel cuento sobre las judías que llegaban hasta el cielo. Sin embargo, fue tempranamente tratado de raro y extraño porque no se sentía muy satisfecho jugando con otros niños. Más de uno, se presentaba en su casa sin previo aviso, se dirigía a su patio donde se encontraba y le robaba unas cuantas semillas. Al repetirse esto varias veces, el chico tomó la decisión de tener siempre las puertas cerradas salvo cuando alguien iba a salir. Ya nadie le robaba las judías, pero ya nadie venía a verle. Era él quien iba a llamar a casa de los demás para jugar y acabó siendo más social bajo presión lo que le llevó a dejar su solitaria afición. Pero un día que jugaban hubo un apagón y fueron a su casa al ser la única que tenía más luces auxiliares al ser el único entre sus amigos que residía durante todo el año. Sus compañeros de juego solo venían durante el verano. Eran casas turísticas. Estuvieron un rato viendo películas de miedo, pero se aburrieron enseguida y quisieron salir al patio por el buen tiempo que hacía. Entonces uno de ellos, no pudo contenerse:

-¡Joder Marcos! ¡Cuánto tiempo sin venir aquí!

-¡Es verdad! -dijo otro.

-¿A qué veníamos aquí? -dijo el primero.

-Era cuando cultivaba judías.

-¿Sabes qué?

-¿Qué? -dijo Marcos.

-Que las primeras sabían muy mal -dijo el primero.

-¿No las cultivabas? -dijo Marcos.

-Algunas, pero me aburría. Llegué a probarlas. Una pena que lo dejases.

-Me acabas de decir que eran malas.

-Salvo las últimas -insistió el primero.

-Erais unos aprovechados.

-¡Normal, míranos! -dijo indicando sus ropas ostentosas comparadas con las de Marcos.

Al regresar la luz, salieron de nuevo a la calle y no volvieron a pisar aquel patio.

Se hicieron mayores y abandonaron el pueblo salvo Marcos. Su padre murió de viejo y su hijo tuvo que encargarse de cultivar el trigo y el tomate. A medida que pasaban los años, se fue quedando sin compañeros. A penas venían a verle y menos aún venían a robarle judías. Él les regalaba tomates y a veces algunas judías, pero eran tantas las que quería regalar que era demasiada cosecha para el tiempo que ellos se quedaban. La mayoría vivían en la ciudad y tampoco veían el valor de lo que les daba al conseguir lo mismo en el supermercado,aunque reconocían que tenían buen sabor. Se quedó solo y decidió adoptar una galga que encontró atada a un árbol al ser abandonada por un cazador. Ella también desapareció. Solo quedaba él: Incluso las casas que eran turísticas se dejaron caer. Era más rentable pagar los escombros y vender el terreno. Tenía cada vez más excedentes de cultivo al no competir con nadie y por el nivel de destreza adquirido así que para asegurarse que los restos de su perra no serían devorados, la enterró hasta donde ya no pudo cavar más y la cubrió de semillas de judías. Llovió fuertemente varios días y cuando regresó a la tumba, vio cómo habían florecido, pero a su vez los pájaros en cuanto pudieron, las devoraron. Fue entonces cuando se acordó de la cantidad de gorriones que ha visto morir de hambre y continuó plantando judías más allá de sus tierras. Una vez los pájaros saciados, a más judías plantaba, más bellas crecían. Lo siento jefe, esta es la razón por la que mi informe ha llegado con retraso.

-¿Puedes demostrar la veracidad de la historia? -dijo mi jefe retorciéndose en su silla.

-Juan era uno de los que veraneaban. Si me ha insistido tanto, es que quiere ir al funeral y no tiene acompañante.

5 comentarios:

  1. Cristina Zarca perez15 de agosto de 2021, 8:42

    Hola , A mi humilde entender, este relato carece de emoción he interés, el argumento es flojo y aburre nada más empezar. No diré nada más. Vosotros sois los entendidos.

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    1. Pues sólamente con dos líneas de tu escritura ya me sangran los ojitos de dolor. Vigila tus faltas, entendida.

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  2. El relato está bien y desarrollado.
    Pero en el comentario que hace Cristina hay im error lamentable:confunde una conjunción copulativa con el verbo haber.
    Lo correcto sería escribir " e interes"

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  3. He leído el relato y me ha gustado.
    Me recuerda a pueblos abandonados y olvidados de Castilla León.

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  4. Me gusta la historia y a dónde me lleva. Me gustaría saber más sobre lo que realmente significan esas judías, me inspiran significados bastante profundos y personales.. seguramente la autora tenga los suyos propios, y me despiertan cierta curiosidad.
    Con una ligera corrección de estilo, me parece un relato fantástico, con varios planos, capas, diferentes momentos y espacios físicos y temporales muy bien hilados entre sí.
    Me gusta Carlota, buen trabajo.

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