Me encontraba en la oficina cuando uno de mis compañeros se
me acercó con un entusiasmo incapaz de reprimir. Me resultó molesto porque me
veía en la obligación de terminar un informe con un plazo corto de entrega. Me
dio un codazo y me aseguró que no me arrepentiría, pero le insistí en que a mi
esas cosas y menos las personas, me interesan. Por eso escribo artículos sobre
nuevas tecnologías y nada más. Así que le di la espalda y seguí redactando el
informe que tenía que entregar ese mismo día. Pero agarró mi silla y la hizo
girar. Giré varias veces sobre mí mismo, me mareé y a punto estuve de darle una
bofetada cuando me hizo la siguiente oferta:
-Si te interesa la historia, te prometo acabar el informe
por ti.
-Me queda menos de una hora -le dije.
-Suficiente, te va a gustar -dijo asintiendo con la
cabeza.
-Tienes diez minutos. Más no te doy.
Satisfecho, empezó a narrar, pero como era de esperar,
tardó más y me enganché a su historia. Al parecer habían descubierto en un vacío
pueblo español que llegó a tener unas cien personas, campos extensos de judías
verdes sin cosechar. Me enseñó fotos y seguí pensando que me tomaba el pelo.
Era un pueblo inanimado pero esos campos de judías que recorrían desde la
entrada del pueblo hasta la iglesia y los campos que rozan con el sol del
atardecer, sí daban la ilusión de estar habitado. Es entonces cuando ya pasados
los diez minutos, miré mi reloj y cuando le iba a comentar que tenía que acabar
con lo empezado, me dijo que eso mismo le ocurría a él. Al parecer esos
terrenos extensos de judías cultivadas que se extendían por todo el pueblo eran
responsabilidad de un solo hombre. Yo pensé en ese momento que no era otra cosa
que historias suyas para divertirse un poco en la oficina porque ya sabemos que
le gusta más venir a la oficina para charlar que para trabajar. Lo que yo no
entendía era cómo él le conocía, pero me dijo que eso se revelaría al final
porque si no, no lo comprendería bien. Este señor mayor fue un muchacho al que
de pequeño le encantaban las judías al contarle su padre agricultor aquel
cuento sobre las judías que llegaban hasta el cielo. Sin embargo, fue
tempranamente tratado de raro y extraño porque no se sentía muy satisfecho
jugando con otros niños. Más de uno, se presentaba en su casa sin previo aviso,
se dirigía a su patio donde se encontraba y le robaba unas cuantas semillas. Al
repetirse esto varias veces, el chico tomó la decisión de tener siempre las
puertas cerradas salvo cuando alguien iba a salir. Ya nadie le robaba las
judías, pero ya nadie venía a verle. Era él quien iba a llamar a casa de los
demás para jugar y acabó siendo más social bajo presión lo que le llevó a dejar
su solitaria afición. Pero un día que jugaban hubo un apagón y fueron a su casa
al ser la única que tenía más luces auxiliares al ser el único entre sus amigos
que residía durante todo el año. Sus compañeros de juego solo venían durante el
verano. Eran casas turísticas. Estuvieron un rato viendo películas de miedo,
pero se aburrieron enseguida y quisieron salir al patio por el buen tiempo que
hacía. Entonces uno de ellos, no pudo contenerse:
-¡Joder Marcos! ¡Cuánto tiempo sin venir aquí!
-¡Es verdad! -dijo otro.
-¿A qué veníamos aquí? -dijo el primero.
-Era cuando cultivaba judías.
-¿Sabes qué?
-¿Qué? -dijo Marcos.
-Que las primeras sabían muy mal -dijo el primero.
-¿No las cultivabas? -dijo Marcos.
-Algunas, pero me aburría. Llegué a probarlas. Una pena
que lo dejases.
-Me acabas de decir que eran malas.
-Salvo las últimas -insistió el primero.
-Erais unos aprovechados.
-¡Normal, míranos! -dijo indicando sus ropas ostentosas
comparadas con las de Marcos.
Al regresar la luz, salieron de nuevo a la calle y no
volvieron a pisar aquel patio.
Se hicieron mayores y abandonaron el pueblo salvo Marcos.
Su padre murió de viejo y su hijo tuvo que encargarse de cultivar el trigo y el
tomate. A medida que pasaban los años, se fue quedando sin compañeros. A penas
venían a verle y menos aún venían a robarle judías. Él les regalaba tomates y a
veces algunas judías, pero eran tantas las que quería regalar que era demasiada
cosecha para el tiempo que ellos se quedaban. La mayoría vivían en la ciudad y
tampoco veían el valor de lo que les daba al conseguir lo mismo en el
supermercado,aunque reconocían que tenían buen sabor. Se quedó solo y decidió
adoptar una galga que encontró atada a un árbol al ser abandonada por un
cazador. Ella también desapareció. Solo quedaba él: Incluso las casas que eran
turísticas se dejaron caer. Era más rentable pagar los escombros y vender el
terreno. Tenía cada vez más excedentes de cultivo al no competir con nadie y
por el nivel de destreza adquirido así que para asegurarse que los restos de su
perra no serían devorados, la enterró hasta donde ya no pudo cavar más y la
cubrió de semillas de judías. Llovió fuertemente varios días y cuando regresó a
la tumba, vio cómo habían florecido, pero a su vez los pájaros en cuanto
pudieron, las devoraron. Fue entonces cuando se acordó de la cantidad de
gorriones que ha visto morir de hambre y continuó plantando judías más allá de
sus tierras. Una vez los pájaros saciados, a más judías plantaba, más bellas crecían.
Lo siento jefe, esta es la razón por la que mi informe ha llegado con retraso.
-¿Puedes demostrar la veracidad de la historia? -dijo mi
jefe retorciéndose en su silla.
-Juan era uno de los que veraneaban. Si me ha insistido
tanto, es que quiere ir al funeral y no tiene acompañante.
Hola , A mi humilde entender, este relato carece de emoción he interés, el argumento es flojo y aburre nada más empezar. No diré nada más. Vosotros sois los entendidos.
ResponderEliminarPues sólamente con dos líneas de tu escritura ya me sangran los ojitos de dolor. Vigila tus faltas, entendida.
EliminarEl relato está bien y desarrollado.
ResponderEliminarPero en el comentario que hace Cristina hay im error lamentable:confunde una conjunción copulativa con el verbo haber.
Lo correcto sería escribir " e interes"
He leído el relato y me ha gustado.
ResponderEliminarMe recuerda a pueblos abandonados y olvidados de Castilla León.
Me gusta la historia y a dónde me lleva. Me gustaría saber más sobre lo que realmente significan esas judías, me inspiran significados bastante profundos y personales.. seguramente la autora tenga los suyos propios, y me despiertan cierta curiosidad.
ResponderEliminarCon una ligera corrección de estilo, me parece un relato fantástico, con varios planos, capas, diferentes momentos y espacios físicos y temporales muy bien hilados entre sí.
Me gusta Carlota, buen trabajo.