Damián protesta cada tarde a los pies de la higuera.
- ¿Hasta cuándo harás
ayunar a mi familia? ¿Acaso no limpio tus pies con el suficiente mimo
arrancando la mala hierba? ¿No doy suficiente agua a tus labios y clareo tus
ramas para que sientas el cielo en tu cabello?. ¿No es verdad que espanto a los
pájaros que te importunan con ese remedo mío de paja y retales?.
Silencio.
- No entiendo nada. No te entiendo. Tampoco
entiendo porqué sigo pidiéndote que me sonrías con una buena cosecha si está
claro que has optado por no atender mis súplicas.
Silencio.
- Sabes, cualquier día me cansaré de esperar
una respuesta tuya, me cansaré de no poder llevar a casa un par de higos que
endulcen los sueños de mis pequeños. Y ese día, ¡ese día igual decido hacerte
leña que al menos caliente sus huesos!.
Silencio.
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