Hoy empieza el primer día de
tu nueva vida.
Atrás quedan las dudas, tu
búsqueda incesante de respuestas, tus lágrimas dolientes, la culpa, la odiosa indecisión.
Algo en ti no encajaba. Desde
el principio.
Los estándares. La sociedad. La
desviación de lo «normal». Moralina. Hipocresía de tintes religiosos, fanáticos
a veces, que nada tienen que ver con la fe (oraciones a
la carta, milagros al mejor postor).La biología mayoritaria de la especie. Un
argumento abrumador.
Cumplir quince años y
enfrentarse a una doble tormenta hormonal. Así lo revives: como un tsunami de
emociones. Ellas. Sí, te gustan ellas. No, no hay nada malo en que te atraigan
las chicas, por supuesto. Pero en tu caso, el deseo es más complejo.
Tu primera menstruación. Flujo
de sangre que te arquea y estremece. Los cambios propios de la edad.
Preadolescencia. Sueñas. Fantaseas con erecciones. ¿Cómo será eyacular?
De pronto te das cuenta de lo
obvio. Un día lo ves. Piel adentro, tu mente lo reclama. Exige liberarse.
Tu cuerpo no es tu cuerpo. No
te corresponde. Es una jaula ajena a ti. No, no eres mujer. Eres un hombre. Un
hombre preso, encerrado en una anatomía femenina.
Paradojas de la vida, posees
los atributos que atraen a los hombres como tú. Pero esos pechos y esa vagina son
tu condena. No los quieres para ti.
Un hombre afortunado.
Afortunado, sí, porque tus padres son tu apoyo, consuelo y puntal. Porque te
han dado ese respaldo imprescindible para llegar hasta aquí.
No todos pueden decir lo
mismo.
Pese a todos los obstáculos
(algunos lacerantes), la ruleta de la vida también juega a tu favor: naciste en
un tiempo y un punto del planeta donde el error es reversible (dinero y cirugía
de por medio).
Mujer-hombre. Hombre con
pasado de mujer.
Tomar la decisión no fue sencillo.
Pero lo hiciste. Diste los pasos necesarios. Cambio de imagen. Adiós al pelo
largo. Tratamientos. Terapia. La operación para quitarte las tetas. Conservas los
pezones, eso sí. Qué importa si ahora son insensibles. Pezones de hombre que sí
reconoces como propios. Después el pene. La parálisis exasperante tras las
intervenciones.
Te miras al espejo y, por
primera vez en tu vida, te reconoces.
Estudiar fuera es otro enorme
sacrificio familiar. Te marchas lejos de casa. Un lugar donde nadie conoce a
Nuria-Mario. Entras al aula de tu clase. Ninguna cara conocida.
Me llamo Mario.
Hoy empieza el primer día de
tu nueva vida.
*Este cuento está inspirado en
un caso real. Se lo dedico a todas las personas que luchan por ser ellas mismas
a pesar del rechazo, el odio, la burla o la incomprensión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario