Datos biográficos
Euloxio Fernández nace en un
lugar de este mundo llamado Galicia, un sitio muy húmedo donde las diversas
realidades tienen tendencia a fundirse, la humedad que domina en el paisaje,
tiene la particularidad de acabar haciendo visible lo invisible. Le hubiera
gustado nacer en “A costa da morte” pero nació en la
“Ribeira do Miño”, que tampoco está mal. Desde el mismo día en que nació, como
casi todos los seres vivos, ha empezado a morirse. No habiendo llegado a
realizar todavía esta fase del proceso vital, ha decidido emplear el tiempo que
va entre un acontecimiento y otro, eso que solemos llamar “la vida”, a la
imaginación, a la creación, a intentar que el humano sea todavía más humano, a
descubrirse y descubrir. Ni que decir tiene, que ha encontrado en el teatro uno
de los mejores lugares para llevar a cabo este proyecto. Por ello, tras
trasladarse a Madrid en busca de todo aquello, que por desgracia en su tierra
no existía, se licenció en la RESAD, estudió con algunos de los nombres del
teatro nacional e internacional, y fundó la compañía Máquina Mecánica junto a
Pilar Vicente, (Compañía con la que se movió por una parte de la geografía
española y con la obtuvo algunos premios). En la actualidad, mientras el tiempo
y la experiencia de vida van dando forma a su teatro, escribe, dirige y enseña.
Le encanta la comedia para la que demuestra golpes de talento y como los
clásicos, ve en el drama un enorme vehículo de conocimiento. Sin duda su
capacidad para redimensionar obras y dotarlas de nueva vida es reconocida por
cuantos trabajan con él.
Ángeles de tierra
Los ángeles han comido tierra esta mañana,
han dejado atrás acartonadas páginas de oración.
Con las alas abiertas para no mancharse,
han comido tierra
que iba a ser sembrada.
Sólo traían silencio, hambre
y una austeridad heredada
de algún destronado dios.
Los ángeles están vacíos por dentro,
necesitan llenarse,
les gusta el sabor de la tierra.
Odian el vacío de las palabras que nada sacian.
A los ángeles les gustaría estar muertos
y ser tierra con la tierra,
no quieren ser las vainas
que nadie llena,
por eso devoran tierra,
la ceniza que queda tras las llamas
y carne de hombres muertos
gris polvo de nada.
Rellenan su piel cáscara,
se emborrachan de tierra con la tierra.
Sus nombres
ya no suenan
en sus bocas huecas,
ni las palabras muertas
que ya nadie pronuncia.
Cada mañana
se llenan de tierra,
se asean
arrancado sus plumas viejas
y rompen el silencio con su pesado vuelo.
Negra se eleva su carne,
su viento
ciego.
Entre la vida y la muerte sólo hay un breve espacio, creo que los poemas de este poeta traspasarán ese "breve espacio" y prevalecerán en el tiempo.
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