Con las primeras luces
el otoño se congela.
Abre sus brazos salpicados
de letanías.
El color sepia urge
convertirse en agua,
el viento penetra
intratable en los balcones,
abnegando los cristales
con huellas instantáneas
de descaro.
La penumbra es un
jeroglífico,
mientras mis manos palpan
el alba.
Con las primeras luces,
todo es aire,
segundo,
fiebre consumida.
Luego:
comerse la manzana
prohibida.
Dejar huérfanas
No hay comentarios:
Publicar un comentario