viernes, 14 de septiembre de 2018

CADA VEZ QUE SE VEÍAN, por Antonio Hernández García.



Cada vez que se veían

él se oscurecía,

dormitaba en sus ojos necesarios,

en aquel resol de su mirada.



Su miedo se asomó a su ventana

 y la llamó, queriéndola más,

era una virgen negra,

alumbrando sus madrugadas.



Le trajo serenatas y besos vivos,

voluntario se apostaba cada vez que venía

en la cuesta de las angustias

donde bebía el vaho de la distancia viéndola.



Sus piernas a medio hacer,

su cuesta de astilla seca…

aquella señorita lo besó como si nada,

cada vez que se veían mudaba de nombre,

todavía la sentía como si hubiera llegado.

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