domingo, 15 de julio de 2018

LOS ALTARES SANTIFICAN LOS MUERTOS, por Maribel Montero Muñoz



Llegó sin avisar, el amanecer.
Me sorprendió a lomos de mi caballo, sudoroso tras su aventura nocturna. No hubo tiempo de alcanzar el pedestal.
El sol en los ojos y con él la catástrofe, la revelación de mi otra naturaleza, la de los héroes, la de las montañas. El sol fragua sus cementos. Lo mineral cuaja en mí, con su núcleo cerrado, su imposible expansión.
Cuando cae la noche bajo de mi pedestal de héroe a caballo, fiando mis movimientos a la oscuridad, y cruzo los límites engañosos de lo real. 
En las galerías subterráneas de mi ciudad hay extensos bosques por los que galopo a lomos de mi corcel. Lucho y venzo de nuevo, revalidando las gestas de los hombres que marcaron el destino de otros hombres.
Me entrego al ritual de espadas que me hace soportables las horas de luz lentas e inoperantes que vendrán después.
Ahora estamos mi caballo y yo en mitad del césped. El pedestal visto desde aquí es frío, inaccesible. Un altar que santifica la muerte.



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