Me quedé sin palabras... Me vi allí, fuera de mi propio cuerpo, con la boca abierta… Así. Tal cual. Así fue como me amortajaron. Como ya había pasado varias veces en mi familia -cuando murió mi abuela, con mi tía Marcela… mi padre…-, había dejado dicho a los que me sobreviviesen que aprovecharan y me colocaran una moneda en la lengua, como si el mismísimo Caronte fuese a llevarme al otro lado de la laguna Estigia. Nunca me fie de los enfermeros… Tampoco debí fiarme de mis sobrinos… Me pusieron una moneda de chocolate… Lo mismo es por eso por lo que estoy tan bien en este lado.
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