Era una fría mañana de invierno, los corredores se
iban agolpando poco a poco buscando una buena posición de inicio. Los más
rezagados se estaban despojando del chándal y todos ya sentían la ansiedad que
precede al disparo de salida después de semanas entrenando en solitario. En
camiseta y pantalón corto todos eran iguales, no había diferencia, ni siquiera
entre hombres y mujeres, a todos les une una misma pasión por la recompensa al
esfuerzo, cada cual tiene la suya propia a su medida, todas diferentes y todas
iguales. Adham no pensaba en esas cosas, había llegado con tiempo, corrió un
poco, hizo algunos estiramientos y pasó por el lavabo portátil. Pepe tampoco
pensaba en lo que se oculta en el correr por correr, llegó después, estiró y
bebió una bebida energética, siempre lo hacía en previsión de que le faltara
hidratación como una vez que orinó sangre, no quería que le volviera a suceder.
Adham miró su cronómetro y se dirigió a la recta de salida, allí se topó con
Pepe, los dos se quedaron un instante sin saber qué decir, después llegó el
abrazo fraternal y la alegría por lo inesperado del encuentro. Charlaron a
contrarreloj, faltaban dos minutos para que empezara la media maratón.
Adham miró a Pepe y éste le devolvió la mirada en el
mismo instante en que se dio la salida. Adham seguía teniendo el mismo aspecto
de inapetente de siempre, Pepe sin embargo había ganado en todo, en altura y en
anchura, lo suficiente como parecer el hermano mayor de su mejor amigo de la
infancia. Hasta el kilómetro cinco coincidieron en un mismo ritmo que les llevó
hasta el avituallamiento, a partir de ese instante Pepe fue perdiendo fuelle,
al contrario de Adham que se fue acercando a la cabeza. Después de primaria
cada uno fue llamado por destinos diferentes, uno hizo bachillerato y fracasó
en el intento de acabar una carrera debido a sus deberes en la empresa
familiar, el otro hizo estudios profesionales que le sirvieron para acabar
realizando un oficio distinto. En el segundo avituallamiento la distancia entre
ambos era mayor, pero aunque Pepe no lo sabía Adham comenzaba a desfallecer por
el sobresfuerzo de la primera mitad. Cuando acabó la carrera retomarían la
conversación como si no hubieran pasado veinte años desde que se despidieron a
la salida de la escuela del barrio, hablarían de cómo les había tratado la vida
y de las dificultades que conllevaba tener familia propia. En eso iba pensando
Pepe cuando en el tercer avituallamiento localizó con la vista a su amigo, se
acercó a pocos metros en el cuarto, y antes de que cayera el último kilómetro
de la media maratón se colocó a su altura. Pepe miró a Adham y éste le devolvió
la mirada y sin quererlo marcaron una misma zancada que les llevó al final del
recorrido sin posibilidad de discernir quién llegó antes, quién era más fuerte,
quién más sabio, quién era el negro y quién era el blanco.
No hay comentarios:
Publicar un comentario