Atrás, lejos de nuestros ojos,
quedan las ciudades dormidas,
exhaustas,
que padecieron la guerra
y aún soportan las heridas
que supuran
en las profundidades de su alma.
Alguna vez resuena
el eco de las bombas, los lamentos,
y vuelven a fluir en la memoria
los ríos de sangre que anegaron
sus calles.
Vuelve a llorar el hombre
en sus ciudades,
como un ciego anónimo
que busca apoyarse
en el bastón del olvido
para poder caminar...
Porque las ciudades olvidan,
sí, olvidan,
pero mantienen los rescoldos
sobre las calles del ayer,
hoy renacidas,
para no repetir la historia.
Entretanto, el agua de las fuentes
fluye sobre las calles de la memoria,
velando el sueño de los muertos.
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