Disecciono un ordenador en mi mesa
de trabajo como a un insecto.
La placa base me recuerda
una ciudad en miniatura
con sus farolas y edificios
y sus calles desiertas
a la espera del tránsito y el jaleo
de las horas más concurridas
donde la multitud virtual
hecha de ceros y unos nos muestra
el desapego y la prisa de las horas.
Autopistas de cables que llevan
y traen de una realidad a otra
paralela en un clic. Interjección
que se hace lamento.
Una pantalla táctil es el signo
de los tiempos: vivir en el líquido
amniótico de un disco duro,
Ciudad 2.0, una globalización
de ciudadanos con foto pero sin rostro,
apariencia más allá de la apariencia,
el feudo nuevo de lo incierto
y lo tecnológico. Otro mundo
igual de verdadero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario