lunes, 14 de noviembre de 2016
A los hijos del viento, por DORI HERNÁNDEZ MONTALBÁN.
El viento en el desierto es como un perro vagabundo
buscando el cobijo que nadie le da.
Así habrían de ser sus hijos.
Quiebra el tórrido simún su gigantesca ola de arena,
mientras en la noche saharahui los hombres azules
se visten con el azul índigo de los sueños.
El universo guarda para ellos un hueco vacío,
deslizándose entre las dunas de arena.
Tierra inhóspita, en donde el profundo silencio se aleja
del latido de las horas,
donde el reloj inmutable perdió las manecillas
y semeja un farero tuerto avistando el horizonte.
Por aquí, los hombres fueron creados
dos mil años antes que Adán.
¿Y a dónde habrían de ir después de tal desatino,
sino en busca de la ciudad perdida?
Allí donde existe un jardín de granados y flores de alheña,
flores de alheña y azafrán,
en donde las caravanas de los abandonados de Dios,
prosiguen su viaje hasta el día de la llegada al paraíso.
Hasta entonces, los hijos del dios Amanai andarán errantes,
pensarán en la noche como en la esperada tregua
a sus quimeras.
Únicamente la esperanza será la brújula
que les guiará por el camino certero.
Queda escrito: todas las criaturas, hijas de la brisa
y los vientos del sur,
habitarán por los siglos los confines del mundo,
construirán casas blancas como la espuma,
efímera arquitectura de sal que el viento desmorona.
Sólo permanecerá aquello que el beduino lleva consigo:
el insomnio, el escozor de las heridas, la sed, los odres,
la jaima, acaso unos cuantos camellos
para recorrer de nuevo el bato imperio desolado
y la ley de la hospitalidad, la única inviolable.
Porque aquí no hay espacio, ni tiempo que trascurra
sino criaturas que deambulan como ángeles sonámbulos.
Zahira, novia del viento, os lo augura:
Llegará el tiempo en el que el poderoso simún llevará
hasta vosotros nuestra voz "tamahap".
Sólo entonces repararéis en el olvido,
apreciaréis el valor de todo cuanto el universo os dió
sin pedir nada a cambio, entenderéis entonces
que la injusticia también se asume
con el gesto desesperado de quienes, como ellos,
todo se les niega.
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