Amores que matan, por ÁNGEL E. MARTÍNEZ MÁRQUEZ.




Hay amores que matan, amores que mueren, amores que sanan, amores que resucitan, hay amor propio, amor espigado, amantes y amados. Hay amor a raudales y amor interesado. Ay amor mío qué me has dado. Amor, un día nos amamos para siempre. Amor tan inmenso como el mar. Imposibles, implosivos y explosivos. Amor y no la guerra, Amantísimos y amadísimos. Amo luego existo. Amor sin fin. Aún no te amo pero estoy en ello. El Amadís de Gaula por si acaso. Los amantes de Teruel. Amores imposibles, posiblemente la amo. Yo te amé, fíjate. Amor propio. Al prójimo. Seguro que acabarás amándome. Qué bonito es el amor más que nada en primavera. ¿Me amas? Te amo. Te amaría. ¿Me acabarás amando?. ¿Amor? ¿Qué? ¡Nada!. Amantes discretos, amantes excesivos, amor absorbente. Ama, que no es poco. Amor de madre, de hijo, de sobrino, ¿de suegra?. Amaos los unos a, bajo, con, entre, para, por, sobre ó tras los otros. ¿Habéis oído hablar de algo tan versátil como el amor?

Amor ¡Qué palabra tan bonita!, por MARIA ELENA LEYVA MIRANDA.


!!!Amor!!!que palabra tan bonita!!
!si supiéramos amar!
      El amor es sacrificio,
es entrega,
es perdón, 
es una palabra bella
difícil de conseguir,
pero,tampoco imposible!!
el amor hay que llevarlo
!!muy dentro del corazón!!
       El amor es sufrimiento
cuando no es correspondido
hay que saber trabajarlo
poco ,A poco,despacito.
       Y también es la ilusión
que mueve nuestro existir
pues amar y ser amados
es una dicha sin fin.
      Al final de nuestra vida
todavía se sigue amando
no es amor de juventud
es amor perfeccionado.
      La asignatura vivida
es en la que más se aprende
y esa es nuestra propia vida.
      Aprendamos A callar
aunque a veces sea difícil
!!es una forma de amar!!
     !!Amor!!transforma mi vida
!!renueva mi corazón! !
para que yo sepa ver
!!la hermosura del Amor!!

La mirada de eros, por CARMEN HERNÁNDEZ MONTALBÁN.



Precipitada en la negrura insondable de tus ojos,
el deseo, como un martillo,
hace saltar los resortes de la cordura,
mi piel bebe tu aliento,
se inflama con la seda de tus brazos,
la noche se agita
como alas de cientos de pájaros.

No sé quién eres, sin embargo,
me entrego al desorden de tus caricias
y pruebo la adormidera de tus labios.

San Valentín mon amour, por CARMEN HERNÁNDEZ MONTALBÁN.




Elvira, nada más levantarse, se acomoda la bata a su nuevas proporciones, y se da cuenta con pánico que el cinturón cada día le queda más corto, mira a su alrededor, reconociendo el desorden que le rodea, puro reflejo de su malestar. Y es que la CRISIS asciende y se extiende. Tropieza con la pierna de Paco, que últimamente duerme con calcetines, ya que han tenido que sustituir la calefacción por dos mantas adicionales, y él siempre ha sido muy friolero. Lo escucha roncar con espanto, el extremo de su descuidado bigote se agita con cada resoplido y la pierna le tiembla como si repentinamente lo atravesara una corriente eléctrica. De nuevo la asalta ese sentimiento de rabia hacia Paco, al que hace casi dos meses que no soporta, desde el día en que la condujo casi a rastras hasta aquel lugar para vender sus joyas, último testimonio de sus días de gloria. Y es que como bien dice el refrán: cuando el hambre entra por la puerta, el amor sale por la ventana.

¡El amor! Hoy es día de San Valentín, casi se ruboriza el pensarlo. La fecha señalada en el calendario con una cruz de rotulador rojo, para que Paco la distinga, aun así para él los días señalados pasan totalmente desapercibidos, pero a Elvira le gusta marcarlos en el calendario, como denuncia a su falta de atenciones.

Se ducha, se viste con desgana el uniforme del supermercado, desayuna apresuradamente y sale. Todos los años por San Valentín Elvira se levanta con la esperanza renovada, presintiendo que a la vuelta siempre la espera una sorpresa: un escandaloso ramo de orquídeas o un collar de perlas cultivadas…, pero Paco hace años que ha abandonado la buena costumbre de agasajarla con un detallito siquiera. Entonces echa mano a la imaginación y piensa en un admirador anónimo, que algún día la rescatará de las estrecheces que en los últimos tiempos la mortifican.

Lo primero que se encuentra al entrar en el supermercado donde trabaja de cajera, es un montón de pack de regalo Especial San Valentín. Vanessa, la reponedora, está colocándolos en la sección de perfumería. Una coqueta cestita que contiene un bote de colonia, una leche hidratante corporal y en medio de los dos frascos, un osito de peluche abrazando un corazón en el que puede leerse: I LOVE YOU. Todo por el módico precio de diez euros.

- Buenos días Elvira ¿A que son monos? –le pregunta Vanessa visiblemente entusiasmada.

- Buenos días Vanessa ¡moníssssimos! – responde alargando la “s” con un gesto de repugnancia.

“Como se le ocurra a Paco regalármelo, no tendré más remedio que apuñalarlo…” – piensa-. Antes de que Vanesa pudiera acercarse para mostrárselo de cerca, Elvira se pierde entre las estanterías y se dirige a las taquillas de los empleados

para dejar allí su abrigo y su bolso, modelo Versace de hace dos temporadas. Después va directamente a la caja para atender a los clientes, que sin perder el tiempo comienzan a entrar. Desde que trabaja en el supermercado, no falta un solo día en el que Elvira no se flagele recordando tiempos mejores. Cinco años estudiando, dos de masters, otros tantos trabajando en el Departamento, para terminar aquí… ¿cómo he podido llegar a esto? – se pregunta mientras pasa una y otra vez un paquete de papel higiénico por el lector de códigos de barras, para finalmente tener que introducir la serie interminable de números a mano. Uno de los pack especial San Valentín se desliza por la cinta trasportadora, junto a un paquete de preservativos. Un joven perforado por los piercing deja caer un billete de veinte euros con desgana. Elvira le ofrece una bolsa y el chico se apresura en meter la compra, especialmente los preservativos. Mirar el pack de nuevo le hace pensar en Paco. Su memoria asociativa la conduce otra vez al enigma ¿Cómo he podido llegar hasta aquí?

Llega a casa casi a las cuatro de la tarde agotada, no hay nadie, como de costumbre Paco habría salido a buscar a los niños al colegio, aprovecha estos minutos de soledad para relajarse, se quita los zapatos y se tiende cual larga es en el sofá. Al entornar los ojos, como siempre comienza a ver la cinta trasportadora llena de productos, una imagen que desde hace meses tiene impresa en la retina, los abre entonces y su mirada va a parar al calendario, donde el aspa roja sigue allí marcando el día 14. Recorre con la vista la habitación sin demasiada esperanza, por si a Paco se le hubiera ocurrido mirar el calendario, incluso se levanta para buscar en el dormitorio, pero nada, ni rastro de flor o paquetito. Se sobresalta al oír el timbre de la puerta, no espera ninguna visita a esa hora, a no ser que a su marido hubiera olvidado las llaves. Abre, es el chico de la floristería con un destartalado ramo de flores.

- ¿Es la casa de Doña Elvira González?

- Sí aquí es –responde ella desconcertada.



Elvira se queda sin habla cuando el chico se lo entrega y antes de marcharse le dice:

- Les acompaño en el sentimiento.

- Gracias – responde ruborizada –“Estos jóvenes atolondrados…, confunden ya las felicitaciones con los pésames” –piensa.



Se queda de piedra mirando el enorme ramo envuelto en plástico transparente. Lirios morados, rosas, crisantemos… ¡Pero qué mal gusto tiene Paco! Busca la tarjetita nerviosa pero sólo encuentra una con la publicidad de la floristería y una banda que dice: ¡SU ESPOSO E HIJOS NO LA OLVIDAN…! – Un escalofrío la recorre, siente como el vello se le eriza de los pies a la cabeza. Por unos segundos se siente la protagonista de una thriller. “Ha debido ser un error-piensa- Paco siempre ha tenido talento para el

humor negro, pero no creo que se haya atrevido a llegar tan lejos…”. Entra al cuarto de baño y llena un cubo de agua para meter el ramo provisionalmente.

Paco y los niños entran por la puerta y encuentran a Elvira sentada escuchando la radio, comiéndose un trozo de lasaña que previamente ha calentado en el microondas y que al hincarle el diente se da cuenta de que aun está fría.

Los niños se acercan a ella y le dan un beso. Alberto, el menor, lleva la mano escondida tras la espalda, le entrega un corazón de papel que ha hecho en el colegio y le dice:

- ¡Feliz día de los enamorados!

- ¡Gracias mi amor! –responde Elvira, después mira a Paco y se sonroja.



Paco le dirige una sonrisa, que más parece una mueca y entra en el cuarto de baño, para salir casi al momento con cara de póquer ¿qué hacia aquel ramo de flores allí? ¿Quién lo habría traído? Elvira no necesitó más señales para darse cuenta de la sorpresa de su marido, él no lo había enviado, entonces no había duda, tenía que haber un error.

- ¿Quién ha traído eso? –preguntó señalando en dirección al baño.

- Eso mismo me pregunto yo –respondió en todo acusador, por si las moscas…

- Supongo que no habrá venido volando ¿Lo trajo alguien no?

- Claro, el chico de la floristería, lo que me pregunto precisamente es ¿quién habrá sido el gracioso al que se le ha ocurrido una broma de tan mal gusto?

- A mí no me mires Elvira –dijo con una risilla nerviosa- ¿conoces a alguien…? quiero decir…, hay otra persona…?

- Pues claro que no ¿qué insinúas?

- Yo nada…

- ¡Aún no estoy muerta!- contestó indignada.

- Que no estás muerta es bien notorio ¿Qué tiene eso que ver con el ramo?



Al parecer Paco no se había percatado de la esquela de la cinta. Elvira entró en el cuarto de baño y sacó el cubo con el ramo dentro.

- Este ramo es para un difunto –dijo mostrándole el lazo.

- ¿Entonces por qué lo ha dejado aquí? -Preguntó Paco con cara de pasmo.



El murmullo de la música en la radio fue bajando de volumen para dar paso al tañir de unas campanas. La locutora trasmitía las noticias necrológicas: “La Señora Elvira González de Ledesma falleció esta pasada noche los 89 años de Edad. La misa de funeral tendrá lugar en la Parroquia de Santa Eulalia a las 5 de la tarde. Descanse en paz”. Elvira y Paco se miraron incrédulos, el enigma se

había resuelto de un modo tan inverosímil como se había producido. Elvira se puso el abrigo, el bolso, sacó el ramo del cubo, secó el agua con papel absorbente y se dispuso a salir.

- ¿Dónde vas? –preguntó Paco.

- A la Parroquia de Santa Eulalia, quédate con los niños.



Eran las cinco y diez de la tarde, con un poco de suerte llegaría a tiempo para devolver el ramo a su verdadera destinataria. Cuando llegó a la iglesia, casi había finalizado el funeral. Elvira preguntó a una señora por la familia de la difunta que en ese momento recibían el pésame de la gente que se acercaba para dar el último adiós a la otra Elvira.

- Aquel anciano que ve usted allí delgadito, es el Señor Valentín, el viudo, los que están junto a él son los hijos y las nueras. Figúrese usted el pobre, precisamente hoy que es el día de su Santo…



Elvira se puso en la fila con la demás gente, hasta aproximarse a donde estaba la familia, después de manifestar sus condolencias, explicó como pudo lo ocurrido y entregó a Don Valentín el ramo, que tras pasarlo a uno de sus hijos sostuvo las manos de Elvira y le agradeció su atención.

Al llegar a casa, sobre la mesa de recibidor, encontró una rosa roja sobre un paquete envuelto en papel de regalo, cuajado de corazones rojos. Lo abrió con el alma en un puño presintiendo sin remedio el contenido. La sonrisa de un osito de peluche la saludó con sarcasmo detrás del papel, pero Elvira estaba tan cansada, que decidió posponer para otro día el asesinato de su marido.

Bosquejos, por ISABEL REZMO.


Rostro de espanto,
oreja en la noche,
mirada de santo,
piel de broche.

Cuerpo de espiga,
manos de olifa,
tu voz que siga,
alma de rifa.

Ojos oscuros,
una boca de cueva,
garbanzos duros,
ojos de hueva.

Muerte en cascada,
viento de fregona,
razón chalada
de valiente mona.

Mi corazón late,
mi oscuro pecho,
mi ser até,
todo deshecho.

Pintor en desvelo,
paleta o quisquilla,
silencio y cielo,
rompe una silla.
diablo oleja,
la liebre serpentea,
de piel pelleja,
de voz chismorrea.


Completismo, por GLORIA ACOSTA.

Gian Paolo Barbieri


 
    Le juro señor juez, que intenté por todos los medios no enamorarme de él, pero ¿cómo resistirse a la profundidad de sus ojos negros, a su aroma varonil y a sus sensuales palabras? Verá señoría, a mí se me conquista por el oído. Lo entendería usted si hubiese padecido  como yo  una serie de acúfenos recurrentes desde la más tierna infancia. Mi mundo se componía de imágenes, olores y ruido. Absorbía las voces por el tacto. Me convertí en una sobona. Claro que aprendí el lenguaje de signos y me especialicé en kinesia, pero a mí me gustaba palpar. No había cuerpo que se resistiera al calor de mis manos. Era mi forma de percibir el color y el matiz de mi interlocutor. 
   ¿Puede usted imaginar el impacto que me sacudió cuando el tratamiento a base de hidroxietilalmidón y pentoxifilina me devolvió mi atrofiado sentido? Me sorprendió comprobar que no me había equivocado al asignar  a las personas cercanas su propia melodía. Por eso cuando le conocí y me susurró al oído, no pude más que rendirme.   
  Reconozco que los anteriores nunca llegaron a su nivel, sus voces eran más atildadas o demasiado ásperas, pero los amé a mi manera.
  El asunto del coleccionismo es inherente a la naturaleza de la rama femenina de mi familia. Puede su señoría preguntar a mis amigos y todos corroborarán mi afición. 
   Guardo de todo: sellos del mundo entero, el " ojos de buey" me salvó del hambre en  una ocasión; lepidópteros de múltiples especies, tendría usted que ver mi Ornithoptera Alexandrae; el santoral completo en estampitas clasificadas por año de canonización, mis diez mil vinilos de música afro-cubana...por eso cambio a menudo de domicilio.

  ¿Entiende señor juez,  por qué no  pude resistirme a coleccionar penes?

Encuentro, por ALICIA MARÍA EXPÓSITO.


¿De dónde me llegaste?
¿Por qué escondida grieta
penetraste en mi alma?.
En un instante breve,
como el silencio blanco
de un suspiro,
se alzaron a tu paso
mil caricias etéreas
de violines
y todo se llenó de luces nuevas.
Destilaba tu boca
olvido vivo
y me aturdía el deseo
de querer cobijarme por tu vientre
y no ver más allá
del horizonte curvo de tu esencia.

Todo el amor del mundo
estaba en flor
bajo la tempestad
de tus caderas.

No fueron suficientes
las ufanas promesas
de dorados otoños
para impedir tu marcha.

No te bastó mi soledad de olvido.
Desde tu ausencia
surtidores de besos inconclusos
turban mi realidad
en su desesperado compás
de desaliento.
El tiempo no es el mismo,
tampoco la esperanza
para inventarme lo que no ha pasado.

Bajo la turbadora sombra
del recuerdo,
aún me parece
que acabas de llegar

y ya te has ido.

Sofía, por MAURICIO JARAMILLO LONDOÑO (Colombia)



“Tengo tristeza y angustia y por ello voy a escribir de la belleza”.
Anónimo
Para Clarita, mi escritora amiga.

Tres críos y un cuarto de quienes no voy a hablar me conmueven el alma, duermen en los rincones de mi cerebro, son estrellas que como escarabajos luminosos horadan a diario mi memoria, raspan con su frufrú silencioso las fibras de mi cuerpo, tejo y deshilo su existencia a diario, y todo lo que quisiese es dormir con ellos en una cama enorme, dormir para siempre pero sin dormir, esto es descansar pero sentirlos, acariciarlos, quererlos, protegerlos, regañarlos, braviarles, alimentarlos, cuidarlos.

Aquí aparece, entonces, Sofía.

Había decidido subir a La Vega el viernes, pero me dio flojera ir solo. Aplacé el viaje hasta el martes pues, acompañado de La Cucha, podría ir al Banco Agrario, y sobre todo comerme dos roscas de roscón resobado con un perico oscuro, roscones de esos que le fascinan a Jimena.
La Vega, Cundinamarca es la capital del pan resobado, un sistema de amasar en el que la levadura se usa en pequeña cantidad. El roscón se hace así: Harina de trigo, sal, azúcar corriente, margarina, mantequilla de vaca, huevos, leche en polvo descremada, polvo para hornear, agua y levadura fresca. Mezcle los ingredientes según el orden de formulación. Deje la masa en reposo de 30 a 40 minutos. Amase (refine, resobe, cilindre) a buena elasticidad. Divida la masa en porciones. Forme roscones rellenando con bocadillo o cernido de guayaba por porción y páselos por azúcar refinada. Deje en crecimiento a temperatura ambiente de 50 a 60 minutos. Hornee a 160°C durante 30 minutos aproximadamente.
El resultado es un bocado de cardenal, sobre todo si está recién horneado.
El pan, que ha servido para dar origen a la civilización, ir en las carretillas romanas conquistando el mundo mediterráneo, Galia, Britania, Germania y Asia Menor, hacer milagros, contener cuerpos celestiales y provocar guerras inmisericordes, es una de mis parvas preferidas, y más si es un resobado de La Vega.
Entramos, entonces, al Banco Agrario y nos sentamos a hablar con la “Pequeña Lulú” y Carolina, funcionarias del Banco. Don Francisco, el simpático y amigable gerente no estaba. Claudia se encargó, como siempre, de cuadrar la cuenta con la oficinista, mientras yo hablaba con la Pequeña Lulú sobre su vida: tres hijas, mujercitas criadas a pulso, a esfuerzo, a coraje, por un ser extraordinario de esos que habitan desiertos, veredas, barrios, cumbres, rincones de La Tierra, esto es, criadas por una mujer, por la madre. La mayor va a terminar ya su carrera, la segunda estudia en Villavicencio pero logró acceder a una universidad en Bogotá y la menor, la cuba asiste al colegio aquí, en La Vega. Y ¿quién responde por las tres?, pues naturalmente su mamá.

De pronto una vocecita de niña pregunta:
―¿Dónde está María?
Apareció Sofía…

Aunque tengo memoria fotográfica para recordar la faz humana, los lugares a los cuales he ido, las curvas y recovecos de senderos, aún los más antiguos, el sabor del agua de las quebradas de mi tierra, el color de las plataneras y los cafetales, poseo una pésima retentiva de los nombres y las vestimentas. No retengo sino el aura, la risa o el ceño de las personas. Con Sofía me pasa lo mismo y por tanto asomos de imaginación, un poco de ficción habrá en este relato.
Delgadita, con una trenza algo larga, cachucha de color verde limón, capul en su frente, cejas delicadas algo elevadas sobre sus párpados, ojos color chocolate oscuro perfectamente simétricos, una nariz con diminutas pecas, ovalo de la cara hermoso y armónico, boca de niña, tez de color cálido, brazos largos. No recuerdo si tenía pantalones o falda pero sí que colgaba de su hombro izquierdo un pequeño bolso de crochet.
Fue tan vivaz la pregunta que volteándome ante la Pequeña Lulú le dije:
―¿Quién es esta niña?
―Se llama Sofía.
―Sofía, ¿cuántos años tienes?
―Nueve ―respondió la niña con una tranquilidad pasmosa.
―Y, dime Sofía, en ¿qué curso escolar estás?
―En quinto.
         Sofía transpiraba seguridad absoluta. Me miraba de frente interrogándose sobre el por qué un viejo canoso, gordito, sentado en las oficinas del Banco, la interrogaba. Generalmente los niños a su edad son algo tímidos con extraños o simplemente no les interesa hablar con adultos que casi siempre resultan aburridores e impertinentes. Las oficinistas miraban a Sofía con picardía, sonriendo con expresión alerta, admirando el aplomo de la niñita.
―Y que tal estudiante eres, Sofía.
―Soy la mejor de mi curso, la mejor del Colegio, ocupo el primer puesto siempre. ―Sofía estaba parada a mi lado, con una mano recostada sobre su cintura, respondiendo fresca, con audacia, como un pececito rojo de esos que hay en los acuarios
―Y tu letra, ¿qué tal es? ―se me vino a la memoria una frase de mi ti Marino quien contrataba a sus auxiliares por la calidad de la letra: «Mijo, si escribe bien, con cuidado, es una buena persona, un buen administrador» ―me decía.
―Es buena ―respondió, pero con algo de duda.
―Sofía, escríbeme algo ―la Pequeña Lulú le alcanzó un papel, y ella escribió su nombre y apellido. (El papelito con su firma lo tengo aquí, en mi poder).

         Yo, burletero, le dije a Sofía que su letra era aceptable, no excelente, y ella me dijo que sí, que así era.
―¿Cuántos alumnos hay en tu clase?
―Treinta y cuatro. Y tengo varios profesores.
―Sofía ―yo, hipnotizado por la tranquilidad de la niña en sus respuestas y advirtiendo estar frente a una niñita que además de superdotada era hermosa― ¿cuántos hermanos tienes?
―Sólo uno, cinco años mayor que yo.
―Y ¿tu hermano mayor es buen estudiante?
―Muy regularcito, muy regularcito ―movía las manos de lado a lado reafirmando con este gesto sus palabras.
         Los funcionarios del Banco, Claudia y algún cliente seguían nuestro diálogo con atención. Sofía translucía alegría, convicción, firmeza.
―¿Y qué deportes o actividades te gustan?
―Soy porrista del colegio, me encanta el fútbol, hacer gimnasia y tocar dulzaina.
―¿Eres inteligente, Sofía?
         Sin vacilar un ápice Sofía dijo que mucho, muy inteligente.
―¿Y quién es el inteligente en tu casa, tu papá, tu mamá o ambos?
―Mi mamá es la inteligente, es contadora. Mi papá es sonidista y no es tan astuto como mi mamá.
         Nos miramos unos a otros en el Banco y reímos de la respuesta espontánea de la niña.
―Oye, Sofía. Como tú eres tan viva me preocupa cuando llegues a los trece años. Voy a proponerles a tus papás que te amarren con unos lazos y no te dejen salir a la calle.
―¿Amarrada? Huy ¡eso si que nó!
―Mentiras, Sofía, es una broma.
―Ahhh, ya me estaba asustando.
―¿Sabes el significado de tu nombre? ¿Qué quiere decir Sofía y de dónde viene?
―No señor, no sé.
―¿Sabes dónde queda Grecia?
―No ―contestó― ¿Grecia?
―¿Recuerdas a Francia, a Inglaterra, a Egipto?
―Sí.
―Pues Grecia, de donde procede tu nombre, queda al frente de Egipto, y tu nombre quiere decir Sabiduría.
         A Sofía el tema no le importó demasiado, seguía mirándome de frente, hablándome con seguridad absoluta, pero quería encontrar a María, su amiguita, para ir a jugar con ella.
―Bueno, me voy ―y se despidió de todos con un gesto de la mano.

Fue irse Sofía y quedar yo lelo, asombrado de encontrar en un pueblo perdido de Colombia un ser humano significativamente superior. No es que yo esté descubriendo el agua tibia sino que la existencia de esta chisparosa niñita me dice que en todas las orillas de la piel del país florecen centenas de niños así, a quienes, si se les da educación, y sobre todo afecto, construirán otra nación, otro mundo mejor.
Y, como escribí en el encabezado, LA BELLEZA es Sofía, son los niñitos de este continente que esperan recibir letras, pan y amor.
Rodeando el pueblo hay montañas con decenas de árboles llamados “Flor Morado”. Ellos exhibían sus racimos rosados, fucsias, violetas, amarillos, blancos, y en medio del Parque una ceiba gigantesca imponía su señorío vegetal.



José Luis Alonso de Santos (Dramaturgo, director escénico y guionista)




Saludo

Un afectuoso saludo para la revista ABSOLEM (La Oruga azul), de mi parte. Es estupendo que en este mundo difícil haya personas que se dediquen con ilusión a crear y defender entidades culturales como esta. Mi apoyo más entusiasta, un abrazo y adelante. 

José Luis Alonso de Santos



CURRÍCULUM


Nace en Valladolid y desde 1959 vive en Madrid, donde se licenció en Ciencias de la Información (Imagen), Filosofía y Letras (Psicología), y cursó estudios teatrales en el Teatro Estudio de Madrid. Su carrera teatral se inició en 1964 en los grupos de Teatro Independiente, donde trabajó como actor, director y dramaturgo. 

Ha sido director de la Real Escuela Superior de Arte Dramático de Madrid, (y Catedrático de Escritura Dramática), y director de la Compañía Nacional de Teatro Clásico. 

Es autor de cerca de cincuenta obras, estrenadas con gran éxito de crítica y público, entre las que destacan: Bajarse al moro, La estanquera de Vallecas y Salvajes (las tres llevadas al cine), ¡Viva el duque, nuestro dueño!, El álbum familiar, Pares y Nines, Fuera de quicio, Trampa para pájaros, La sombra del Tenorio, Yonquis y yanquis, Cuadros de humor y amor al fresco, La cena de los generales, 10 euros la copa, Los conserjes de San Felipe, En manos del enemigo y En el oscuro corazón del bosque.

Ha realizado versiones de obras de autores como Plauto, Moreto, Aristófanes, Molière, Shakespeare o Calderón, y versiones para teatro de las novelas: El Buscón de Quevedo, yYo, Claudio, de Robert Graves; y ha escrito guiones de cine, series de televisión, narrativa infantil y novelas.

Ha publicado los libros de teoría teatral: La escritura dramática (Madrid. Ed. Castalia, 1998) y Manual de teoría y práctica teatral (Madrid. Ed. Castalia, 2007). Y su Obra Teatral, en dos tomos (Ed. Castalia, Madrid 2008). 

Ha dirigido obras de autores como B. Brecht, Aristófanes, Synge, Pío Baroja, Valle Inclán, Plauto, Shakespeare, Arniches, Calderón, Lope de Vega..., así como varios de sus propios textos. En 2007 y 2008 dirigió la reposición de sus obras Bajarse al moro, La sombra del Tenorio, y Trampa para pájaros. En 2010 y 2011 Cuadros de amor y humor al fresco y La llegada de los bárbaros, en 2012, 10 euros la copa, y en 2016 En el oscuro corazón del bosque.

Ha sido galardonado, entre otros, con los premios: Premio Nacional de Teatro, Tirso de Molina, Mayte, Rojas Zorrilla, Aguilar, Ciudad de Valladolid, Medalla de Oro de Teatro de Valladolid, Muestra de Autores Contemporáneos de Alicante, Premio Max, y Premio Castilla y León de las de las Letras.

En 2013 dona a la Fundación Jorge Guillén su fondo documental.

Su exposición homenaje: "50 años del teatro de Alonso de Santos (1964-2014)" recorre varias ciudades.

En 2014 es nombrado primer presidente de la Academia de las Artes Escénicas de España.





AGOSTO (del libro "Cuadros de humor y amor al fresco")

(DOS NÁUFRAGOS EN UNA ISLA DESIERTA. AL FONDO UNAS ALTAS PALMERAS DE LAS QUE CUELGAN CUERDAS EN LAS QUE ESTÁN TENDIDOS SUS HARAPOS. TIENEN BARBAS DE VARIOS AÑOS. UNO ES COJO Y VA VESTIDO CON UN VIEJO Y RAÍDO CHAQUÉ, Y EL OTRO MANCO, Y LLEVA UN DESCOLORIDO Y ROTO TRAJE DE MARINERO. RUIDO DEL MAR CERCANO GOLPEANDO CONTRA LAS ROCAS. PASA VOLANDO UNA BANDADA DE GAVIOTAS.)

COJO.- ¡Gaviotas! (SE ACERCA A UNAS ROCAS DONDE ESTÁ EL MANCO.) Hace un buen día hoy, ¿eh? ¡Mira, gaviotas!

MANCO.- (DESDE DETRÁS DE LAS ROCAS.) ¡Bah!

COJO.- Hay nubes allí. A lo mejor caen unas gotas. Deberíamos preparar las latas por si acaso.

MANCO.- (HABLANDO SIN ASOMARSE.) Prepáralas tú si quieres. Hoy es mi día libre.

(PAUSA)

COJO.- ¡Oye!

MANCO.- (CADA VEZ MÁS ENFADADO.) ¡Qué!

COJO.- Allí parece que se ve algo. Un puntito a lo lejos. A lo mejor es un barco.

MANCO.- Dos barcos seguramente serán. O tres. O toda la flota si te da la gana. Lo que tú quieras.

COJO.- (ACERCÁNDOSE MÁS, LE ESPÍA POR ENCIMA DE LAS ROCAS.) Hombre, no te pongas así conmigo...

MANCO.- (ASOMA LA CABEZA ENFADADÍSIMO, HABLANDO A GRITOS.) ¡Quieres dejarme en paz de una vez! ¡Hoy me toca a mí! ¿No? ¡Pues no estés todo el día alrededor con si hace bueno, si hay gaviotas, si va a llover, o si vienen barcos o no vienen barcos! ¿Hemos quedado por semanas sí o no?


COJO.- Bueno, lo que tú quieras. (SE ALEJA Y SE SIENTA A MIRAR EL MAR. PAUSA. TIRA PIEDRAS AL AGUA.) ¿Qué estáis haciendo?

MANCO.- ¿Y a ti qué te importa?

COJO.- Nada, nada. Perdona. (PAUSA.) Yo era, más que nada... Vamos que te lo decía por si no te das cuenta y...

MANCO.- (SALE DE ENTRE LAS ROCAS Y VA HACIA ÉL.) ¡Que nos dejes en paz! ¿Cómo quieres que te lo diga? ¡Ya está bien! ¡No podemos hablar, no podemos hacer nada contigo todo el día alrededor espiando! Ahora ya no sé ni lo que le estaba diciendo. Necesitamos un poco de intimidad, ¿es que no puedes comprenderlo? ¿Tan difícil es? ¿Te molesto yo acaso? ¿Me meto en tus cosas? ¡Todo el día espiando, y por la noche igual! ¡Deja de hablar un rato ya de una maldita vez! ¡Cállate! ¡O vete de aquí!

COJO.- ¿Y dónde voy a ir? Como no me vaya volando como las gaviotas, o me tire al mar...

MANCO.- Te puedes ir detrás de las palmeras. O haces un agujero y te entierras, a ver si así me dejas tranquilo.

COJO.- (SE TIRA AL SUELO DESESPERADO.) ¡Me tiro al agua, me mato o te mato a ti! ¡Ya no puedo soportarlo más! ¡Lo intento pero no puedo! ¡Me pongo malo! ¡Me muero!

MANCO.- Ahora toca el numerito de los nervios. (CONTENIENDO SU IRRITACIÓN.) ¿Pero es que no puedes comportarte como un adulto? En la vida no se puede tener siempre todo lo que se quiere. Me imagino que te lo explicarían tus padres de pequeño, o tus maestros en el colegio. Tenemos que empezar de una vez a comprender que los otros también tienen sus derechos. Que no estamos solos en el mundo. ¿Es que no puedes esperar unos días? La semana que viene, toda para ti. Las veinticuatro horas del día.

COJO.- Sé que le has estado hablando mal de mí. Lo sé.

MANCO.- ¿Te crees que no tenemos otra cosa mejor que hacer que hablar de ti?

COJO.- ¡Tengo que verla ahora mismo! ¡Tengo que decirle que la quiero, que no puedo vivir sin ella, que la necesito más que a nada en el mundo!



MANCO.- ¿Y yo, qué? Comprende tú también mis sentimientos. Y además, no quiero ponerme a discutir contigo ahora. Te conozco. Lo haces para que no pueda estar con ella. Son los malditos celos que te comen. Pues a mí me da igual. ¿Has oído? ¡Me da igual lo que hagas! ¡Mientras yo esté con ella, como si tú no existieras!

(VUELVE EL MANCO A ESCONDERSE DETRÁS DE LAS ROCAS Y SE OYEN RUIDOS Y RISITAS, COMO SI DOS PERSONAS ESTUVIERAN HACIENDO EL AMOR. EL COJO SE TAPA LOS OÍDOS, DESESPERADO. VA HASTA LAS PALMERAS Y EMPIEZA A RECOGER LOS HARAPOS TENDIDOS.)

COJO.- (GRITANDO.) ¡Te cambio el próximo turno de corte si me la dejas!

MANCO.- ¡No me da la gana!

COJO.- (VUELVE A GRITAR.)¡Dos turnos de corte! ¡Los que tú quieras!

(EL MANCO NO CONTESTA. SIGUEN ESCUCHÁNDOSE LOS RUIDITOS DE PLACER. EL COJO TOMA UNA DECISIÓN. TIRA LOS HARAPOS QUE HABÍA RECOGIDO, VA HASTA UNOS BULTOS Y SACA DE ELLOS UN CUCHILLO GRANDE DE CARNICERO Y UN HIERRO DE AFILAR.)

COJO.- (COMIENZA A AFILAR EL CUCHILLO.) ¡Ya!

MANCO.- (SACANDO LA CABEZA.) Ya, ¿qué?

COJO.- Nos hemos quedado sin caldo y tengo hambre. Hay que hacer otro perol. Voy a cortar.

MANCO.- ¿Y tiene que ser precisamente ahora?

COJO.- Tengo hambre, ya te lo he dicho.

MANCO.- Por un día que no tomemos caldo no pasa nada. No nos vamos a morir por eso. Mañana, mañana cortamos. Hoy quiero estar con ella. Si cortas tendré fiebre y no podré. ¡Y lo sabes, maldita sea, por eso lo haces!

(SACA EL MANCO DE SU PECHO UNA HOJA DE CALENDARIO: “AGOSTO”, QUE TIENE UNA MUJER DESNUDA, Y SE PONE A BESARLA APASIONADAMENTE.)


COJO.- ¡Ya! ¡Ya! ¡Voy a cortar ahora mismo! ¡O me la das y me corto yo! ¡A mí no me importa la fiebre con tal de tenerla!

MANCO.- ¿Lo ves? ¿Ves como no era el hambre? ¡Son los celos! ¡Los malditos celos que no te dejan vivir! (VUELVE A METERSE LA HOJA EN EL PECHO, APLASTÁNDOLA CONTRA SÍ.)

COJO.- (AMENAZANDO CON EL CUCHILLO.) ¡Sácatela de ahí! ¡La estás arrugando!

MANCO.- ¡Es mía! ¡Mía! ¡Yo la traje en la balsa con mis cosas!

COJO.- ¡Pero ella me quiere a mí, me quiere a mí! ¡Me lo ha dicho mil veces!

MANCO.- ¡A mí también me lo ha dicho! ¿Qué te crees? ¡Y que yo le gustaba más que tú! ¡Que mis labios le hacen temblar!

COJO.- ¡Mentira! ¡Eso es mentira! ¡A ver, sácala y que lo diga delante de mí! ¡A ver si eso es verdad! ¡Venga! ¡Sácala!

MANCO.- ¡Quita! ¡No la toques!

(METE EL COJO LA MANO EN EL PECHO DEL MANCO Y LE ARRANCA LA HOJA. EL MANCO CONSIGUE QUITÁRSELA DE NUEVO.)

COJO.- ¡Te mato! ¡Dámela que te mato! ¡Te juro que te mato!

MANCO.- ¡Es mía, mía, mía!

(CORRE EL MANCO EN CÍRCULO POR LA PEQUEÑA ISLA CON LA HOJA EN LA MANO, SEGUIDO DEL COJO CON EL CUCHILLO LEVANTADO CON EVIDENTES MALAS INTENCIONES, MIENTRAS SUENAN MÚSICAS PSICODÉLICAS DE MENTES ALUCINADAS POR EL MUCHO AMOR. FINALMENTE, EN LA PELEA POR LA POSESIÓN, DESTROZAN EL OBJETO AMADO QUE EL VIENTO SE LLEVA EN PEDAZOS AL MAR. QUEDAN LOS DOS PARALIZADOS AL VERLO. SE ESCUCHA DE NUEVO EL RUIDO DEL MAR Y LAS GAVIOTAS.)

COJO.- ¿Qué ha pasado? ¿Qué es lo que ha pasado?

MANCO.- ¿Estarás contento ya?, ¿no? La has roto, eso es lo que ha pasado.

COJO.- ¡Se ha ido! ¡Nos ha dejado solos!

MANCO.- Toma. (LE DA EL CUCHILLO, QUE HABÍA CAÍDO EN LA PELEA.) Puedes cortar cuando quieras. Ya me da igual tener fiebre.

COJO.- ¡Mira, aquí hay un trozo! ¡Ha quedado un trozo! (RECOGE UN TROZO DE CARTÓN DEL SUELO, LO ESTIRA Y SE LO ENSEÑA.)

MANCO.- ¿A ver...? “AGOSTO”. Sólo las letras... Sólo “AGOSTO”.

COJO.- De todas formas lo quiero. Me puedo imaginar el resto cuando leo “AGOSTO”. Es precioso “AGOSTO”. Ella estaba aquí encima, ¿te acuerdas? Podemos volver a hacer lo de antes si quieres. Una semana cada uno.

MANCO.- Bueno. Sigo yo con ella estos días que me faltan, y luego tú. (TIENDE SU BRAZO MANCO.)

COJO.- (PREPARÁNDOSE PARA CORTAR, LE QUITA LOS VENDAJES.) Un trozo pequeño. Casi no tengo hambre ya.

MANCO.- (MIRA EL RECORTE PARA COGER FUERZAS MIENTRAS PONE EL BRAZO.) No es igual que antes, pero puede servir... “¡AGOSTO!”

(Y MIENTRAS PASAN DE NUEVO INDIFERENTES LAS GAVIOTAS POR EL CIELO, CAE IMPLACABLE LA CUCHILLA SOBRE LA CARNE ENAMORADA.)



         = OSCURO =