sábado, 14 de noviembre de 2015

Regálame por GLORIA ACOSTA.

Foto de Dominic  Däncke


Regálame siete días de otoño.
Uno, el primero, que armonice mi casa con notas de flores blancas. Danzaré por ella desnuda de miedos. Pediré a los espejos mudos que muestren  mis pechos sin pudor, no tan tersos ni bellos como ayer, aunque prestos a despertar al calor de tu piel. Henchidos de pasión, no añorarán su turgente juventud.
El segundo, que riegue de lluvia nueva la hierba que pisan mis pies gastados. Caminaré por ella descalzando dudas. Morirán huérfanas, bajo las ramas preñadas de un   castaño, olvidando por siempre mi nombre.
 Otro, el tercero, que avive el fuego, retando al frío primigenio. Su  llama ardiente pintará de luces doradas mis inquietos ojos , salpicados de  arrugas balbucientes, testigos  de tu mirada. Leerán  el rastro  que dejan tus silencios, te verán  marchar para llegar de nuevo.
Ofréceme el  cuarto con sabor a miel y tibia canela. Hundiré  mi dedo en ella y su intenso dulzor llenará mi boca de palabras jugosas, de susurros ahogados en la hoguera. Caerán rendidas las murallas del decoro.
Oiré al quinto golpear tras el cristal, enredado con el viento. Llenará de marrones y amarillos mi balcón. Hojas grandes o pequeñas, aristadas o cordadas, tímidas o atrevidas, narrando historias de infancia lejana, de niños sin niñez, de noviembres sin regalo. Las recogeré sin prisa, de una en una y las acunaré entre las cuartillas de mi último libro de vida.
El sexto no será un buen día. Habrá niebla, habré llorado, desearé dejar de fingir.  Gritaré que es cierto, que no soporto esta impuesta soledad. La experiencia, hermanastra celosa y  aliada cruel  de la prudencia, nos mantendrá en la aconsejada distancia, pondrá alto precio a la convivencia, penará el atrevimiento de compartir  rutinas.
 Entrégame finalmente el séptimo, el mágico, la fuente de todos los cambios, el de las siete maravillas y los siete mares. El que borrará la niebla y aspirará mi pecho embarrado de olor a tierra mojada. Dispondrá mi vientre, tres veces crecido, a sostener tu cabeza cuando al fin descanse.
Regálame tu otoño y te daré mi primavera.

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