Alfombra
crujiente y reseca
de
pigmentos flavonoides y carotenoides
engalana
tus calles.
Aroma
de tierra mojada y raíces inertes
nos
transportan a tiempos de antaño,
a lo
lejos, ya tus senos se han pintado
de blanco frío cristal.
Se
acerca un ejército de plumas negras,
nómadas
que buscan un lugar más cálido,
cambio
del maestro del tiempo
que
con sus agujas de tricanto
nos esculpe día a día
y a
veces nos deja el alma encerrada
en un
círculo de piel y hueso.
Entre
cerros de arcilla y ocre
se
asoman unos ojos grandes,
negros, que exhalan humo,
casi
sin apenas amanecer
ya
empieza la noche,
el cielo se envuelve
con
un turbante azul índigo
y ahí estás tú,
es tu
estación,
suenan violines y arpas para ti,
mientras te vistes con la telaraña
de la
bruma para bailar
como cada noche
al
son de las letras de noviembre.
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