Tocaban las gaditanas
los crótalos por
bulerías,
los ojos de los patricios
en sus pechos se perdían.
Era Teletusa el nombre
de la lascivia que hería
el corazón del Imperio
que en su danza se fundía.
Toda la sal del Atlántico
sus pestañas esparcían,
sus caderas cimbreantes,
a titanes sometían.
La bailarina de Gades
que con su baile escarnecía,
la honra de los romanos
que ante Venus sucumbían.
Tal fama alcanzó su danza
que los poetas decían:
quien la vendió por esclava,
como esposa compraría.
Era la flor de la Hispania,
el junco de Andalucía,
era Teletusa el nombre
que a Marcial inspiraría.
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