miércoles, 14 de mayo de 2014

Vicario, por PURA FERNÁNDEZ SEGURA


De la épica que aconteció
nada sabemos cierto.
Llegó mientras el sol espantaba los silencios.
Abrió la tierra a dentelladas,
bebió sus jugos
y esparció la simiente.

Cubrió los surcos, un haz de aire.

Consintieron los jueces
 en que quizá fuera  un vicario,
o un hijo menor del demiurgo.
Traía el estigma,
refulgía  en la espalda
el sello arcano
del numen absoluto.

Uno a uno, vio en el dorso,
su imagen reflejada.
De la esfera celeste arribó el fuego,
calcinando la frente de los hombres.

Entonces fue,  entre sollozos,
cuando supimos
que ya la tierra estaba germinada
y en el éter, disuelto el emisario.


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